En una medida destinada a frenar la escalada de violencia en el sur de Siria, el gobierno sirio e Israel han acordado un alto al fuego, mediado por Estados Unidos. Este entendimiento, anunciado el pasado viernes por la noche, busca poner fin a los enfrentamientos que han dejado un saldo devastador de al menos 638 muertos desde el inicio de la semana, según datos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
El enviado estadounidense, Tom Barrack, comunicó que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente interino sirio, Ahmed al Sharaa, firmaron el acuerdo para el cese de hostilidades. Sin embargo, a pesar de este avance diplomático, los combates continuaron en la provincia de Sueida, donde se han reportado enfrentamientos entre milicias drusas y más de 200 combatientes de tribus árabes sunitas que llegaron en apoyo a los beduinos de la región.
Las imágenes que emergen de la zona son alarmantes. Se observan viviendas y comercios en llamas, junto con múltiples denuncias de ejecuciones sumarias, lo que refleja un ambiente de caos y desesperación. En este contexto, Israel ha justificado sus recientes bombardeos en Damasco y Sueida, argumentando la necesidad de proteger a la minoría drusa, que también habita en su territorio y en los Altos del Golán ocupados.
Por su parte, el presidente Al Sharaa ha ordenado la retirada de las tropas sirias de la zona, buscando evitar una “guerra abierta” con Israel. Sin embargo, esta decisión ha sido seguida de un anuncio sobre el despliegue de una “fuerza especial” destinada a contener la violencia intercomunitaria que azota a Sueida.
A medida que la situación se deteriora, la crisis humanitaria en Sueida se agrava. El hospital local ha recibido más de 400 cadáveres desde el inicio de la semana, mientras que la infraestructura básica está colapsando. La población enfrenta escasez de agua, electricidad, medicamentos y leche infantil. Organismos como la Cruz Roja y la ONU han solicitado con urgencia medidas para proteger a la población civil, mientras que se estima que alrededor de 80,000 personas han sido desplazadas por los combates.
Este escenario de violencia intercomunitaria representa un reto significativo para el nuevo liderazgo sirio, tras la caída de Bashar al Asad. Aunque Al Sharaa ha prometido proteger a las minorías, los recientes enfrentamientos y masacres han puesto en tela de juicio su compromiso, mientras la comunidad internacional exige una investigación inmediata sobre los sucesos que han llevado a esta crisis.
El futuro de la región parece incierto, y la comunidad internacional observa con preocupación la evolución de estos acontecimientos. La búsqueda de una paz duradera en Siria continúa siendo un desafío, a medida que las tensiones entre comunidades y naciones vecinas se intensifican.
