Un reciente estudio realizado por investigadores del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha revelado la existencia de una superburbuja en la Nube de Magallanes, un fenómeno astronómico que amplía nuestro entendimiento sobre la dinámica del medio interestelar. Según el astrónomo Jorge Reyes Iturbide, el remanente de la supernova designada N63A es significativamente más grande de lo que se había estimado anteriormente, alcanzando entre ocho y nueve veces su tamaño previsto.
La Nube de Magallanes, una galaxia vecina ubicada a aproximadamente 160,000 años luz de la Tierra, alberga este objeto que resulta de la explosión de una estrella masiva hace unos cinco mil años. Esta explosión generó una onda expansiva que calienta el medio interestelar a temperaturas cercanas a 10^6 K, lo que provoca que el material a estas temperaturas emita rayos X. Esta radiación ha sido captada por el telescopio satelital XMM-Newton, permitiendo a los científicos obtener una imagen más clara de la magnitud y los detalles de la zona.
Investigar el remanente de N63A ha sido una tarea compleja. Anteriores estudios habían calculado su radio en 40 arco segundos, una medida angular que equivale a 1/3600 de un grado. Sin embargo, las nuevas mediciones obtenidas con el XMM-Newton sugieren que este remanente puede extenderse hasta 364 arco segundos, lo que indica un área mucho más amplia de lo que se había reportado anteriormente. Reyes Iturbide subrayó la importancia de esta diferencia, ya que muchas estrellas en las inmediaciones de N63A son extremadamente masivas, y estima que la progenitora de la supernova era alrededor de 50 veces más masiva que el Sol.
La investigación publicada en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society también destaca cómo la existencia de esta superburbuja está relacionada con la presencia de un conjunto de estrellas masivas que interactúan a través de sus vientos estelares. A medida que estas estrellas evolucionan, generan un entorno dinámico donde la más masiva eventualmente explota y crea un remanente que se expande dentro de la superburbuja. Reyes Iturbide explicó que la radiación H-alfa que rodea a esta estructura puede considerarse el “cascarón” que alberga al remanente de N63A, el cual sigue su proceso de expansión.
El investigador enfatizó que el gas emitido por el remanente en rayos X se desplaza a velocidades de hasta mil kilómetros por segundo. Esto refuerza la teoría de que el remanente de la supernova no solo actúa como un destello de luz en el cosmos, sino que también es una fuente de energía, junto con los vientos estelares, que contribuye a la formación y mantenimiento de la superburbuja interestelar.
El trabajo colaborativo incluye la participación de otros destacados investigadores en el campo, como Isidro Ramírez Ballinas, María Alejandra Llamas Bugarín, y Margarita Rosado Solís del Instituto de Astronomía; así como Pedro Fabián Velázquez del Instituto de Ciencias Nucleares, Lorena Arias Montaño de la Universidad Iberoamericana, Ruslan Gabbasov de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, y Patricia Ambrosio Cruz de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
Este descubrimiento no solo enriquece el campo de la astronomía, sino que también abre la puerta a nuevas preguntas e investigaciones sobre la evolución de las galaxias y la influencia de las supernovas en el medio interestelar. A medida que los científicos continúan explorando estos fenómenos, la Nube de Magallanes se convierte en un laboratorio natural que permite observar los procesos fundamentales que dan forma a nuestro universo.