Un descubrimiento reciente ha atraído la atención de la comunidad científica internacional al revelar que ciertos reptiles del Triásico poseían estructuras que se asemejan a plumas. Este hallazgo, liderado por el paleontólogo Stephan Spiekman del Museo de Historia Natural de Stuttgart, se ha publicado en la prestigiosa revista Nature. La especie en cuestión, conocida como Mirasaura grauvogeli, vivió hace aproximadamente 247 millones de años, en un periodo mucho anterior al origen de las aves y mamíferos.
El equipo de investigación analizó dos esqueletos excepcionalmente conservados, así como tejidos blandos y estructuras aisladas en otros 80 ejemplares. Las estructuras encontradas, que formaban una cresta a lo largo de la espalda del reptil, alcanzaban hasta 15 centímetros de longitud y contenían células pigmentarias similares a las que se observan en las plumas actuales. Esta característica sugiere que la evolución de apéndices complejos no es exclusiva de las aves y los mamíferos, sino que también existía en los primeros reptiles.
Spiekman señala que el descubrimiento redefine la comprensión de la evolución animal, desafiando la idea de que la capacidad de desarrollar estructuras complejas estaba reservada únicamente a ciertas líneas evolutivas. Aunque estas formaciones no cumplían funciones como el vuelo o la regulación de temperatura, es probable que se utilizaran para la señalización visual, ya sea para atraer parejas o intimidar a competidores.
Además, los ojos del Mirasaura eran grandes y estaban orientados hacia adelante, lo que indica que poseía una visión avanzada. Esto sugiere una adaptación que podría haber facilitado su supervivencia en un entorno competitivo. El análisis de estas estructuras ha abierto nuevas posibilidades para entender la diversidad y el comportamiento de los reptiles antiguos, revelando un mundo mucho más variado e interesante de lo que se había considerado previamente.
A pesar de que estas estructuras no son plumas verdaderas, sino formaciones que evolucionaron de manera independiente, el estudio presenta una nueva perspectiva sobre el origen de los recubrimientos en la piel de los vertebrados. Este hallazgo no solo contribuye a la paleontología, sino que también invita a reflexionar sobre la complejidad de la evolución y la adaptación en el reino animal.
Los resultados de esta investigación son un recordatorio de que aún hay mucho por descubrir en el pasado de la vida en la Tierra, y que los fósiles como el Mirasaura grauvogeli ofrecen una ventana única hacia la rica historia de la biodiversidad de nuestro planeta.
