Un equipo internacional de astrónomos ha dado un paso significativo en la comprensión de la formación de sistemas planetarios al observar por primera vez las etapas iniciales del nacimiento de un nuevo conjunto de planetas alrededor de una estrella. Este hallazgo, publicado el 15 de marzo en la revista científica Nature, marca un hito en la astronomía moderna y proporciona información valiosa sobre los procesos que llevaron a la creación de nuestro propio Sistema Solar.
La estrella objeto de estudio, denominada HOPS-315, se encuentra ubicada en la nebulosa de Orión, a aproximadamente 1,300 años luz de la Tierra. Se trata de una joven estrella que comparte características similares a las del Sol en sus primeras etapas de vida. Según Melissa McClure, profesora de la Universidad de Leiden y autora principal del estudio, este descubrimiento representa “el momento más temprano en que hemos identificado la formación de un planeta alrededor de una estrella”.
Los astrónomos han observado que estas estrellas nacientes están rodeadas por discos de gas y polvo, conocidos como “discos protoplanetarios”. En el interior de estos discos, los minerales cristalinos, que contienen monóxido de silicio (SiO), pueden condensarse a temperaturas extremadamente altas. A medida que estos minerales se agrupan, aumentan de tamaño y masa, dando lugar a la formación de planetesimales, que son los bloques básicos de la construcción planetaria.
La investigación también revela el papel crucial de los minerales cristalinos en la historia de nuestro Sistema Solar. Estos mismos minerales, que eventualmente se transformaron en planetas como la Tierra o en el núcleo de Júpiter, quedaron atrapados en antiguos meteoritos. Los astrónomos han utilizado estos meteoritos para fechar el inicio de la formación de nuestro rincón en la Vía Láctea.
Al explorar el disco protoplanetario alrededor de HOPS-315, el equipo de investigación encontró evidencias de que los minerales calientes comienzan a condensarse en esta región. Los resultados indican que el monóxido de silicio está presente en estado gaseoso alrededor de la joven estrella, así como dentro de los minerales cristalinos, lo que sugiere que el proceso de solidificación apenas está comenzando.
La identificación de estos minerales fue posible gracias al uso del telescopio espacial James Webb (JWST), que permitió a los científicos observar el sistema con una precisión sin precedentes. Posteriormente, el equipo utilizó el instrumento ALMA del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile para determinar el origen exacto de las señales químicas detectadas. A través de estas observaciones, se descubrió que las señales provenían de una pequeña porción del disco, similar en tamaño a la órbita del cinturón de asteroides que rodea al Sol.
La coautora del estudio, Merel van’t Hoff, profesora en la Universidad de Purdue, expresó su entusiasmo sobre el descubrimiento: “Este sistema es uno de los mejores que conocemos para explorar algunos de los procesos que ocurrieron en nuestro Sistema Solar”. Esta afirmación subraya la importancia de HOPS-315 como un laboratorio natural para comprender mejor cómo se forman los sistemas planetarios en el universo.
La investigación no solo abre nuevas avenidas de exploración sobre la formación planetaria, sino que también plantea preguntas sobre la diversidad de sistemas planetarios existentes. A medida que los astrónomos continúan estudiando HOPS-315 y otros sistemas similares, se espera que surjan nuevos descubrimientos que puedan arrojar luz sobre cómo se formaron los planetas en nuestra propia historia cósmica.
Este hallazgo es un ejemplo del avance de la astronomía moderna y del papel crucial que juega la tecnología avanzada en la exploración del universo. Con telescopios como el James Webb y el ALMA, los científicos están más cerca que nunca de desentrañar los misterios que rodean a la formación de estrellas y planetas, lo que podría cambiar nuestra comprensión del cosmos y de nuestro lugar en él.
