Adquirir un diente de dinosaurio a través de internet puede parecer un sueño cumplido, pero detrás de esta compra se esconde una serie de complicaciones que van más allá de lo esperado. Esto lo ilustra el escritor Jacobo Prisco en un artículo para CNN Science, donde narra su experiencia tras comprar un colmillo de Spinosaurus por 100 euros y descubrir un mercado lleno de irregularidades.
El diente llegó a su hogar en un empaque cuidadosamente protegido, junto a un certificado de autenticidad y la afirmación de que provenía del norte de África. A simple vista, parecía legítimo: su color terroso, textura pétrea y forma cónica coincidían con los fósiles conocidos de este depredador del Cretácico. Sin embargo, las grietas visibles en su superficie generaron dudas sobre su autenticidad, lo que llevó al comprador a consultar a expertos.
Después de un análisis en el Museo de Historia Natural de Londres, la paleontóloga Susannah Maidment confirmó que la pieza era genuina y probablemente pertenecía a un Spinosaurus. Sin embargo, la especialista también reveló que “este espécimen ha sido casi con toda seguridad extraído y exportado de forma ilegal”. Maidment explicó que estos fósiles suelen proceder de la formación Kem Kem, en el sureste de Marruecos, donde la extracción sin permisos es una práctica común.
La legislación marroquí exige un permiso de excavación y otro de exportación, ambos otorgados por el Ministerio de Energía Transición y Desarrollo Sostenible. A pesar de esto, muchos fósiles llegan al mercado internacional sin la documentación requerida. Aunque el comprador no incurre en delito, adquiere una pieza cuya trazabilidad es cuestionable, lo que pone de relieve la falta de control en el comercio global de fósiles.
Este caso es solo un ejemplo de un fenómeno más amplio. Las subastas de fósiles han elevado el valor de estos objetos, con esqueletos completos como el Tyrannosaurus rex “Stan” o el Stegosaurus “Apex” alcanzando cifras millonarias. Estas transacciones han convertido a los fósiles en símbolos de estatus, generando un negocio internacional que mueve decenas de millones de euros anualmente, según expertos del sector.
La proliferación de plataformas digitales ha facilitado la venta de restos fósiles. Desde tiendas en línea hasta ferias internacionales y redes sociales como Instagram, se ofrecen desde simples fragmentos de huesos hasta piezas casi completas de especies prehistóricas. Sin embargo, muchos especialistas advierten que gran parte de estas transacciones carecen de garantías sobre su origen y legalidad.
En regiones como Hassi el Begaa, dentro de la formación Kem Kem, los mineros de fósiles trabajan en condiciones extremas, utilizando herramientas rudimentarias y con escasas medidas de protección. El investigador David Martill señala que “los mineros se adentran decenas de metros bajo tierra, sin máscaras ni luz natural”, lo que pone en riesgo su salud y vida. A pesar de esto, su labor sostiene una industria que se ha vuelto vital para muchas familias marroquíes.
El dilema ético y científico persiste. Mientras algunos expertos, como Maidment, sostienen que los fósiles son patrimonio común de la humanidad y no deberían ser comercializados, otros, como Martill, argumentan que piezas comunes, como los dientes sueltos, “no tienen un interés científico relevante” y pueden ser vendidos si su procedencia es clara. En cualquier caso, los especialistas aconsejan evitar compras en línea sin certificación y optar solamente por piezas con un origen comprobado.
