Un reciente estudio realizado en Estados Unidos ha puesto de manifiesto los efectos potencialmente perjudiciales del cabeceo frecuente en futbolistas amateurs. Publicado en la revista Neurology, el estudio analizó a 352 jugadores no profesionales y encontró diferencias significativas en la microestructura de una región cerebral vulnerable.
El fútbol amateur, que es practicado por millones de personas a nivel mundial, podría estar relacionado con alteraciones en el cerebro de quienes realizan cabezazos de manera habitual. La investigación sugiere que la cantidad de cabezazos se asocia con cambios en una capa específica del cerebro, lo que a su vez afectaría el rendimiento en pruebas de memoria y capacidad de pensamiento. Sin embargo, los resultados no establecen una relación causal directa, lo que plantea interrogantes sobre los riesgos neurológicos de esta acción común en el deporte.
Los investigadores, liderados por el profesor Michael Lipton de la Universidad de Columbia, realizaron escáneres cerebrales a los participantes para examinar la microestructura de la sustancia blanca yuxtacortical, que se encuentra junto a la corteza cerebral. Al analizar el movimiento de las moléculas de agua en esta área, se observó que los futbolistas con mayor cantidad de cabezazos presentaban alteraciones en comparación con aquellos que cabeceaban menos y con otros atletas de deportes sin contacto físico.
En el estudio, los futbolistas del grupo con mayor exposición reportaron un promedio de 3,152 cabezazos anuales, mientras que el grupo con menor exposición registró solo 105. La investigación también destacó que el deterioro en la organización del movimiento de las moléculas de agua se relacionó con un rendimiento cognitivo inferior en pruebas de memoria. Además, se identificaron alteraciones en los pliegues de la región orbitofrontal, que influyen en la relación entre los impactos repetidos y el desempeño cognitivo.
La sustancia blanca yuxtacortical, que fue el foco del estudio, es particularmente vulnerable a lesiones por traumatismos repetidos, como los que pueden ocurrir al cabecear un balón. Lipton subrayó la importancia de estos hallazgos, indicando que esta capa cerebral puede ser clave para detectar lesiones relacionadas con el deporte. A pesar de los beneficios que ofrece la práctica deportiva, los impactos reiterados en la cabeza podrían contrarrestar esos efectos positivos.
El estudio también reconoció una limitación importante, ya que la estimación del número de cabezazos se basó en la memoria de los participantes, lo que podría haber introducido un sesgo. La investigación contó con el apoyo de la Fundación Dana y del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos.
Los investigadores hicieron un llamado a realizar más estudios sobre la relación entre los impactos en la cabeza y la salud cerebral, con el objetivo de desarrollar métodos que permitan detectar de manera temprana las lesiones asociadas con la práctica deportiva.
Otro estudio reciente de la Universidad de Sídney también indicó que cabecear un balón de fútbol genera cambios sutiles en la química y función del cerebro, incluso sin presentar síntomas de conmoción cerebral. Este análisis incluyó resonancias magnéticas y análisis de sangre de 15 jugadores masculinos, quienes realizaron 20 cabezazos en un corto período. Los resultados mostraron niveles elevados de ciertas proteínas asociadas con lesiones cerebrales, sugiriendo la necesidad de mayor atención a los efectos del cabeceo en la salud cerebral.