La almeja quahog (Mercenaria mercenaria), reconocida por su longevidad de más de 500 años, se ha convertido en un importante recurso para la climatología. Este molusco, cuya concha contiene un registro continuo de los cambios en el océano Atlántico, está ayudando a los científicos a detectar señales de que el planeta se acerca a un posible punto de inflexión climático.
Investigadores de la Universidad de Exeter han desarrollado métodos para analizar los patrones en las conchas de las almejas quahog y otras especies similares, como las dog cockles (Glycymeris glycimeris). Cada anillo en la concha refleja las condiciones oceánicas de un año específico, similar a como los árboles registran su crecimiento anual. Este enfoque permite a los científicos reconstruir la evolución del clima oceánico a lo largo de varios siglos.
El estudio, publicado en la revista Science Advances, destaca que el océano Atlántico ha atravesado dos episodios significativos de inestabilidad en los últimos 150 años, uno a inicios del siglo XX y otro alrededor de 1950, que continúa en la actualidad. Estos hallazgos sugieren una pérdida de estabilidad en las corrientes oceánicas, lo que podría tener repercusiones globales.
La especialista Beatriz Arellano Nava enfatizó la importancia de tener una secuencia tan extensa y continua para identificar los llamados “tipping points” o puntos de no retorno, que marcan umbrales críticos en la desestabilización ambiental. “No contamos con observaciones oceánicas que se remonten tan lejos, pero las bandas de las conchas ofrecen un registro anual sin interrupciones que cubre cientos de años”, explicó Arellano.
El profesor Paul Halloran, del Global Systems Institute de la Universidad de Exeter, advirtió que cuando un sistema es estable, tiende a recuperarse rápidamente de perturbaciones. Sin embargo, un retraso en este proceso puede ser un indicativo de que se está acercando a un punto crítico. Los análisis de las conchas reflejan precisamente esa desaceleración en la recuperación, generando inquietudes sobre el equilibrio climático.
Este deterioro climático podría estar relacionado con el debilitamiento de la Circulación Meridional de Retorno del Atlántico (AMOC), que regula la distribución del calor desde los trópicos hacia el norte. Un colapso parcial de esta circulación podría desencadenar alteraciones drásticas en los patrones meteorológicos de Europa y América del Norte, afectando en cadena al resto del planeta. Arellano subrayó que el calentamiento global y el deshielo polar son factores críticos, ya que alteran la densidad del agua y afectan el flujo de las corrientes. “Reducir de manera drástica las emisiones de gases de efecto invernadero es la mejor forma de evitar que las corrientes del Atlántico alcancen un punto de no retorno”, concluyó la científica.
