La extinción de los dinosaurios, ocurrida hace 66 millones de años, no solo marcó el fin de una era, sino que desencadenó cambios drásticos en los ecosistemas de América del Norte. Un nuevo estudio liderado por el paleontólogo Luke Weaver revela que la ausencia de estos gigantes permitió la expansión de los bosques y la estabilización de los ríos, transformando así el paisaje de la región.
Impacto en el ecosistema
Los dinosaurios, debido a su tamaño y hábitos, mantenían ecosistemas abiertos que evitaban la densificación de los bosques. Esto, a su vez, moldeaba la forma de los ríos y los suelos. Tras el impacto del asteroide de Chicxulub, la falta de estos animales propició que los árboles crecieran sin restricciones, formando bosques densos que cambiaron radicalmente el entorno natural.
Los investigadores encontraron que estos cambios estabilizaron los ríos, alteraron la disposición de los sedimentos y transformaron los cauces en sistemas más organizados y serpentinos. Estas alteraciones son evidentes en formaciones geológicas como Hell Creek y Fort Union, donde se observa una transición de suelos inundados y sedimentos desordenados a depósitos más organizados con lignito.
Confirmación del hallazgo
La investigación se sustentó en la detección de la capa de iridio, un marcador del impacto del asteroide, en lugares como Bighorn Basin y Williston Basin. Esto permitió a los científicos situar con precisión el momento en que los paisajes cambiaron drásticamente tras la extinción de los dinosaurios.
Este hallazgo plantea una reflexión profunda: la vida misma puede reconfigurar el planeta, no solo factores externos como el clima o la actividad volcánica. La desaparición de especies clave tuvo efectos duraderos sobre los ecosistemas, un recordatorio relevante ante la actual pérdida de biodiversidad y los cambios ambientales que enfrenta la Tierra.