La vida en los últimos refugios de Ucrania se ha convertido en un caos absoluto, especialmente en la región de Donetsk, donde el avance de las tropas rusas intensifica el miedo y la desesperación de los civiles que aún permanecen. En Kostiantynivka, una ciudad que antes albergaba a 67,000 personas, la falta de electricidad, agua y gas es una constante, mientras los bombardeos se vuelven más frecuentes y los drones surcan los cielos, haciendo que muchos habitantes se vean forzados a abandonar su hogar.
Desesperación en Kostiantynivka
Según testimonios de residentes, la atmósfera en Kostiantynivka es insoportable. Natalia Ivanova, de 70 años, quien huyó de la ciudad tras un ataque cercano, expresó: “La región de Donetsk ha sido pisoteada, destrozada, convertida en polvo”. Su miedo se refleja en la incertidumbre de que sus ciudades jamás serán reconstruidas. “Estoy segura de que más ciudades serán destruidas”, agregó, recordando el impacto de los bombardeos en su vida cotidiana.
La violencia ha sido tal que muchos, como Ivanova, han dejado atrás todo lo que conocían. Ella perdió dos apartamentos; uno fue destruido y el otro quedó dañado. “Nunca pensé que me iría”, confesó, lamentando el cambio abrupto en su vida. “Era un soldado firme, resistiendo”, dijo, refiriéndose a su hogar y a la comunidad que una vez fue próspera.
Kramatorsk, un refugio temporal
A diferencia de Kostiantynivka, Kramatorsk aún muestra signos de vida. Aunque la población se ha reducido de 147,000 a la mitad, los restaurantes y cafés permanecen abiertos. Sin embargo, el ambiente es pesado; la guerra ha comenzado a drenar la vida de esta ciudad también. Olena Voronkova, quien dejó Kostiantynivka en mayo, afirmó que su mudanza no fue una elección, sino una necesidad ante las órdenes de evacuación y el toque de queda. “Las circunstancias no nos dejaron otra opción”, explicó.
En Kramatorsk, Voronkova abrió un café que se ha convertido en un refugio para otros desplazados. “Al principio había esperanza de que algunas casas sobrevivieran, que la gente pudiera regresar”, señaló. Sin embargo, con el tiempo, la realidad se tornó sombría, y la ciudad se asemeja a otros lugares devastados como Bájmut y Avdiivka.
El impacto de la guerra se siente en cada rincón. Daria Horlova, de 18 años, recuerda cómo Kramatorsk solía ser un lugar bullicioso, pero ahora enfrenta un estricto toque de queda. “Es aterrador que la mayor parte de la región de Donetsk esté ocupada”, comentó, mientras se prepara para un futuro incierto.
La desesperanza se ha apoderado de muchos, quienes sienten que no tienen a dónde ir. “La incertidumbre está en todas partes”, concluyó Voronkova, reflejando el sentimiento generalizado de desamparo ante una guerra que parece no tener fin. En medio de todo, los residentes intentan encontrar momentos de alegría, sabiendo que, en cualquier instante, su vida podría cambiar drásticamente.
En este contexto de desolación, las voces de los que sufren se alzan, pidiendo a los líderes mundiales que actúen. “Por favor, deténganlo”, suplicó Ivanova, aludiendo a la falta de empatía en un conflicto que ha despojado a tantos de su dignidad y hogar.