La tensión en el Medio Oriente ha alcanzado un nuevo pico tras la reciente ofensiva aérea de Israel en Damasco. En la noche del 15 de julio, el país llevó a cabo una serie de bombardeos dirigidos a objetivos estratégicos del régimen de Bashar al-Assad, incluyendo el Ministerio de Defensa y el cuartel general del ejército sirio. Este ataque, según el gobierno israelí, tiene como finalidad proteger a la población drusa que habita en el sur de Siria.
Los informes indican que el ataque fue efectuado con drones y aviones no tripulados, lo que provocó explosiones significativas en áreas residenciales cercanas, generando pánico entre los habitantes de la capital siria. La situación ha sido descrita por medios locales y por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que contabilizó al menos un muerto y 18 heridos a raíz de los bombardeos.
El ministro de Defensa de Israel, Israel Katz, afirmó que “los golpes fuertes han comenzado” y que el objetivo de esta ofensiva es forzar al régimen sirio a retirar sus fuerzas del sur del país. En declaraciones a la prensa, Katz enfatizó el compromiso de Israel con la defensa de su soberanía y la seguridad de todos los ciudadanos, incluyendo a la comunidad drusa. “Israel está comprometido con la defensa de su soberanía y con la seguridad de todos los ciudadanos, incluidos los drusos”, declaró el funcionario.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han publicado imágenes satelitales que muestran los objetivos alcanzados en la capital siria. Estas imágenes subrayan la determinación de Israel de continuar con sus operaciones hasta lograr la desmilitarización de las áreas que consideran amenazantes para la estabilidad regional. La escalada de estos ataques es vista como una respuesta a la creciente influencia de Irán y de las fuerzas aliadas en la región.
En respuesta a la ofensiva, el gobierno de Siria condenó lo que calificó de “agresión israelí” y advirtió que responderá “en el momento y lugar adecuados”. Esta declaración enfatiza la gravedad de la situación y las posibles repercusiones que podrían surgir de un conflicto prolongado. La comunidad internacional ha expresado preocupación por las consecuencias de estos ataques sobre la población civil y la estabilidad en la región.
A medida que los acontecimientos se desarrollan, la población de Damasco enfrenta un clima de incertidumbre y temor. Las autoridades sirias han intensificado sus esfuerzos para proporcionar asistencia a las víctimas y evaluar los daños estructurales en varios edificios gubernamentales y áreas residenciales afectadas por los bombardeos.
Este conflicto en Siria, que ya lleva años de enfrentamientos y tensiones, se complica aún más con la intervención de potencias extranjeras. La comunidad drusa, un grupo minoritario en Siria que ha mantenido una posición ambigua en el conflicto, se encuentra en medio de esta nueva ola de violencia, lo que añade una capa adicional de complejidad a la ya frágil situación en la región.
La situación en Damasco es un recordatorio de que la paz en Siria sigue siendo una tarea monumental y que las acciones militares pueden tener repercusiones no solo en el ámbito político, sino también en la vida cotidiana de sus ciudadanos. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención la evolución de los eventos, temiendo que una nueva escalada de violencia pueda desestabilizar aún más la región.
