La trayectoria de Russell Wilson es un claro ejemplo de cómo los quarterbacks, a pesar de su éxito, pueden caer en el olvido. De ser un ícono en la NFL, con dos apariciones en el Super Bowl y un título, su carrera ha tomado un rumbo inesperado. Esta situación provoca reflexiones sobre la naturaleza del deporte, donde el rendimiento es el único criterio que importa.
Aquel quarterback que llegó a Seattle en la tercera ronda del draft en 2012, ha visto cómo su estatus ha cambiado drásticamente. Desde su traspaso a Denver, donde se esperaba un renacer profesional, su rendimiento fue decepcionante. La llegada de Sean Payton al equipo no ayudó, ya que este prefería buscar nuevas opciones en vez de confiar en un Wilson que ya no brillaba como antes.
Su paso por Pittsburgh confirmó lo que muchos sospechaban: la magia que una vez lo hizo destacar había desaparecido. Ahora, tras una corta estancia en los Gigantes de Nueva York, se encuentra nuevamente en la banca, con un futuro incierto. La directiva del equipo ha dejado claro que está abierta a intercambiarlo, una señal clara de su estatus actual como un simple activo en el mercado de jugadores.
El caso de Wilson no es único. Kirk Cousins, de la misma generación, ha enfrentado un destino similar. Tras un inicio prometedor en Washington, su carrera ha ido en declive, convirtiéndose en el suplente más caro de la historia sin que ningún equipo muestre interés en sus servicios. Esta trayectoria refleja una tendencia recurrente en la liga, donde los quarterbacks que una vez fueron estrellas se ven relegados al olvido.
Las historias de quarterbacks como Donovan McNabb, Mark Brunell y Jim McMahon también ilustran este ciclo. McNabb, en su momento un líder en Filadelfia, terminó su carrera en la oscuridad tras pasar por varios equipos. Brunell, que tuvo su auge en Jacksonville, también sufrió un destino similar, mientras que McMahon, campeón con Chicago, se desvaneció tras una serie de traspasos sin éxito.
Finalmente, la historia de Joe Namath destaca como un recordatorio del trágico final que muchos de estos jugadores enfrentan. Tras una carrera estelar con los Jets de Nueva York, su paso a los Carneros de Los Ángeles fue desalentador, donde, a pesar de su legado, no pudo continuar en la titularidad. Su negativa a aceptar el final de su carrera es una lección de la dura realidad que enfrentan los que alguna vez fueron héroes deportivos.
En un deporte donde la producción es clave, el camino de Russell Wilson y otros quarterbacks legendarios nos recuerda que la gloria es efímera y que el olvido puede ser el destino final para quienes no se adaptan a los cambios del juego.
