Las refinerías de Madero y Minatitlán, operadas por Pemex, están enfrentando serios problemas técnicos en sus plantas coquizadoras, lo que ha llevado a un desplome significativo en la producción de combustóleo. Desde junio, la refinería de Madero, ubicada en Tamaulipas, no ha generado ni un solo barril de este combustible, cifra que contrasta drásticamente con los 15,768 barriles diarios producidos en mayo.
A pesar de la aparente reducción de emisiones, la caída en la producción no se debe a mejoras en la eficiencia, sino a un colapso en el procesamiento de residuos pesados del petróleo crudo. Expertos del sector han señalado que esta situación refleja un deterioro crítico en las coquizadoras, ya que no son capaces de producir ni combustóleo de baja calidad.
Las coquizadoras son esenciales para el funcionamiento de una refinería moderna, transformando residuos de bajo valor en productos más valiosos como diésel y gasolina. Sin embargo, cuando estas unidades fallan, la capacidad de la planta se ve severamente comprometida, resultando en una acumulación de desperdicios.
El caso de la refinería de Madero no es singular. En Minatitlán, la producción de combustóleo también ha sufrido una caída notable, pasando de 22,814 barriles diarios en mayo a entre 1,000 y 4,000 en los meses siguientes. Esta tendencia se opone al desempeño del año anterior, cuando la producción de combustóleo superaba la de las gasolinas magna y premium.
Gonzalo Monroy, socio director de la consultora GMEC, analizó los datos de Pemex y concluyó que la disminución abrupta en la producción carece de justificación técnica. Monroy destacó que las refinerías no han recibido las inversiones necesarias para explicar una mejora en la eficiencia operativa.
La refinería de Madero ha tenido un historial de bajo rendimiento, con frecuentes paros y fallas estructurales en sus instalaciones. La actual reducción a cero producción no es una señal de éxito, sino de un colapso en sus operaciones. Las coquizadoras, que se instalaron para mejorar la capacidad del sistema, están ahora en condiciones críticas, y en algunos casos no han recibido mantenimiento significativo en años.
Este panorama genera un efecto dominó que no solo afecta la producción, sino que también pone en riesgo la seguridad operativa de las plantas. En el largo plazo, esto podría comprometer la rentabilidad y aumentar el riesgo ambiental.
Aquellos barriles de combustóleo que logran salir de las refinerías enfrentan otro problema: su calidad es cada vez menor y su mercado se reduce. El contenido de azufre excede los estándares internacionales y en el país, su demanda se limita principalmente a algunas instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad.
A pesar de la gravedad de la situación, Pemex no ha emitido informes públicos sobre las fallas en Madero y Minatitlán. En sus reportes, simplemente aparece la cifra de cero producción, sin aclaraciones o justificaciones. Esta falta de transparencia ha generado incertidumbre entre analistas y organismos financieros, quienes consideran que las cifras de producción son fundamentales para evaluar la eficiencia operativa y las metas de refinación de la empresa.
El colapso técnico de las coquizadoras se presenta en un momento crucial, ya que la nueva refinería de Dos Bocas aún está en proceso de estabilización y el resto del sistema opera por debajo del 50% de su capacidad. Cualquier falla adicional podría disminuir las expectativas de autosuficiencia en combustibles.