Hace 10 años, un helicóptero del Ejército Mexicano fue derribado en pleno vuelo por un lanzagranadas operado por un cártel en Jalisco, resultando en la muerte de seis soldados. Este suceso no solo fue una tragedia, sino que también marcó un punto de quiebre en la historia del crimen organizado en México, ya que por primera vez un aparato aéreo militar era abatido por un grupo criminal, lo que evidenció la evolución y el aumento del poder destructivo de estos grupos.
Diez años antes, los Zetas habían recibido entrenamiento de exmilitares mexicanos, lo que les permitió adoptar tácticas de combate y el uso de nuevas tecnologías. Sin embargo, el derribo del helicóptero representó un salto cualitativo en la capacidad armamentista del crimen organizado, que comenzó a incorporar armamento de alta potencia, desde minas explosivas hasta vehículos de combate acorazados de fabricación artesanal.
La sofisticación del armamento criminal
Hoy en día, los cárteles no solo cuentan con armas de fuego convencionales, sino que también han comenzado a utilizar drones y una variedad de artefactos explosivos caseros. Resulta alarmante que más del 70% del armamento provenga de los Estados Unidos, lo que plantea serias preguntas sobre la regulación de la venta de armas en ese país. Además, la fabricación de armas químicas, como un pesticida a base de fosfuro de aluminio, se ha vuelto común, generando manifestaciones tóxicas en seres humanos.
La situación es tan grave que los grupos del crimen organizado han establecido campos de entrenamiento y protocolos de acción, e incluso han recibido capacitación de exmilitares extranjeros. Recientemente, el presidente colombiano Gustavo Petro denunció la presencia de exsoldados de su país que colaboran con criminales en Michoacán. Esta cooperación internacional entre criminales pone de manifiesto la complejidad del problema.
La guerra de resistencia entre cárteles
La estrategia de algunos cárteles parece ser la de incrementar su poder de combate, a medida que enfrentan la presión del gobierno y otros grupos rivales. Como si se tratara de una lucha biológica, similar a los microbios contra los antibióticos, los cárteles están desarrollando armamento cada vez más sofisticado para resistir la acción del Estado. Este fenómeno ha llevado a una imitación y adaptación tecnológica que incluye técnicas de ingeniería inversa para entender y replicar las armas más avanzadas.
Este avance en armamento, que puede incluir desde rifles semiautomáticos Barret calibre 0.50 hasta sofisticados sistemas de comunicación, señala un preocupante cambio en la dinámica del crimen organizado en México. Si esta tendencia continúa, cada cártel podría convertirse en un verdadero ejército, capaz de desafiar la autoridad del Estado y de desestabilizar aún más la seguridad en el país.
La realidad es que el crimen organizado no solo ha crecido en número, sino que ha desarrollado una infraestructura compleja que le permite operar con una eficacia alarmante. Este fenómeno exige una respuesta contundente y efectiva por parte de las autoridades, así como una reflexión profunda sobre los mecanismos que han permitido que el crimen se desarrolle a este nivel de sofisticación.