Desde el inicio de la pandemia, el trabajo remoto ha evolucionado de una solución temporal a una opción consolidada en Argentina. Actualmente, se integra en modelos híbridos adoptados por numerosas empresas. La cuestión clave es si esta modalidad puede mantenerse más allá del ahorro de costos, sin comprometer el rendimiento.
Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec, la proporción de personas que trabajan desde casa aumentó de 7,8% a 8,5% entre el primer y segundo trimestre de 2025. Este incremento refleja un avance significativo del trabajo remoto y plantea preguntas sobre su impacto en la productividad, la gestión, los costos y el bienestar laboral.
La consultora HuCap reveló que el 80% de las empresas opera con esquemas híbridos, mientras que solo el 1% mantiene un formato completamente remoto. A su vez, un 19% sigue un modelo totalmente presencial, y un 21% de las empresas híbridas está considerando regresar a la presencialidad total.
En contraste, un informe de Randstad indica que el 83% de los trabajadores argentinos se desempeñan de manera totalmente presencial, con solo el 5% trabajando de forma remota. Sin embargo, el 51% de los empleados preferiría un esquema híbrido, siendo que dentro de este, un 62% optaría por trabajar dos días en casa y tres en la oficina.
Estos datos sugieren que Argentina se encuentra en un proceso de transición, donde, aunque la presencialidad sigue predominando, la demanda de flexibilidad y modelos mixtos está en aumento.
Una de las principales ventajas del trabajo remoto es el ahorro en gastos tanto para las empresas como para los trabajadores. Desde la perspectiva corporativa, un informe de Deel señala que la reducción del número de empleados en las oficinas disminuye los costos de alquiler, servicios y equipamiento. Esto puede generar un ahorro operativo significativo y permite acceder a un “pool global de talentos” sin restricciones geográficas.
Para los empleados, el trabajo remoto también se traduce en menores gastos en transporte y alimentación, además de recuperar el tiempo que antes se destinaba a los traslados. No obstante, esto implica la necesidad de adaptar el hogar como un espacio de trabajo, lo que conlleva costos adicionales en conectividad y equipamiento.
Los especialistas advierten que no todos los gastos desaparecen. Existen inversiones necesarias en seguridad informática y formación en el uso de herramientas y protocolos de comunicación. En la mayoría de los casos, estos costos deben ser asumidos por la empresa para garantizar la calidad del trabajo remoto.
La gran interrogante es si este ahorro se traduce en una merma en la productividad. La evidencia disponible, tanto a nivel nacional como internacional, sugiere que esto no necesariamente es así. Un estudio del IAE Business School, titulado “Trabajo remoto: entre la flexibilidad y la confianza”, revela que más del 80% de los trabajadores no percibe una disminución en su desempeño al trabajar fuera de la oficina.
La directora del Centro Conciliación Familia y Empresa (CONFyE) del IAE, Patricia Debeljuh, indicó que “las empresas que no adopten esquemas híbridos enfrentarán mayor rotación; aquellas que sí lo hagan competirán por el mejor talento”. La flexibilidad, respaldada por la confianza y el trabajo remoto, se ha convertido en una ventaja estratégica en el entorno laboral actual.
Asimismo, el profesor Santiago Sena, también del IAE, comentó que el trabajo remoto es un fenómeno complejo que combina productividad, confianza, bienestar y comunicación. No existe un enfoque único que funcione para todas las organizaciones, y el gran desafío radica en que los líderes diseñen políticas diferenciadas adaptadas a las necesidades de cada equipo.
Los datos de Deel apoyan esta visión. En su blog especializado, se destaca que dos tercios de los trabajadores se sienten más productivos fuera de la oficina, y el 87% de los empleados en esquemas híbridos considera que mantiene su productividad en este modelo. Forbes Argentina también resalta que el 61% de los empleados afirma ser más productivo trabajando desde casa, aunque solo el 34% de los gerentes mantiene una confianza plena en este formato.
A pesar de que hay casos de éxito, los expertos señalan que el teletrabajo no es adecuado para todas las empresas ni para todos los roles. Para que el menor costo no implique una pérdida en el rendimiento, se requieren condiciones robustas. Se identifican seis claves para el éxito: confianza de los líderes, políticas adaptadas a cada área, claridad en objetivos y métricas, uso adecuado de la comunicación asíncrona, formación tecnológica y un enfoque en el bienestar y la cultura organizacional.
El contexto regional muestra nuevas tendencias, como la contratación de talento remoto desde el exterior, donde Buenos Aires se posiciona entre las ciudades más elegidas para el trabajo remoto a nivel global. Esto implica que empresas internacionales pueden acceder a talento argentino, elevando la competencia a estándares globales.
Sin embargo, el teletrabajo no es una solución perfecta. Los especialistas advierten sobre los riesgos de segmentación interna, la posible reducción de la innovación espontánea y las desigualdades en las condiciones de conectividad de los empleados. Además, el fortalecimiento de la seguridad informática y el cumplimiento de normativas laborales son cruciales en entornos descentralizados.
Alejandro Melamed, consultor en recursos humanos, destacó que el regreso a la presencialidad ha generado tensiones en muchas organizaciones, señalando que algunas empresas han usado el retorno como una estrategia para reducir estructuras. Según el IAE, muchos empleados valoran la autonomía que brinda el trabajo remoto, aunque reconocen que ciertas tareas colaborativas pierden eficiencia sin encuentros presenciales.
Los directivos también han expresado dificultades para confiar en los resultados ante la falta de supervisión directa, lo que subraya que el debate sobre el teletrabajo no tiene una respuesta sencilla. Requiere un nuevo contrato psicológico basado en la confianza mutua, la claridad y la adaptabilidad entre empresas y trabajadores.