La industria farmacéutica en Europa está experimentando un panorama amenazante, según un reciente informe de la Federación Europea de Efpia. A pesar de su importante contribución a la salud y la economía, el sector no recibe el apoyo necesario en el continente. Este informe destaca que, aunque Europa tiene un rol crucial en la innovación, las señales para un futuro optimista son escasas.
Los aranceles y la ausencia de incentivos son las principales quejas de la industria. En el año anterior, China superó por primera vez a Estados Unidos y Europa en la creación de nuevos principios activos. De las 81 nuevas moléculas lanzadas al mercado, 28 fueron desarrolladas por empresas chinas, 25 por compañías estadounidenses y solo 18 por europeas. Esto refleja el crecimiento vertiginoso del mercado farmacéutico en economías emergentes como Brasil, China e India, lo que ha provocado una migración gradual de actividades desde Europa hacia estos países.
La competencia en el sector se intensifica no solo por parte de economías consolidadas como Estados Unidos y Japón, sino también por otras emergentes, especialmente en la región de Asia-Pacífico. “La industria farmacéutica es un pilar estratégico para Europa”, subraya Iciar Sanz de Madrid, directora del Departamento Internacional de Farmaindustria. “Necesitamos un marco comercial estable que fomente la inversión y el desarrollo de nuevos tratamientos”.
La inestabilidad derivada de la guerra arancelaria y las presiones económicas durante la administración Trump han impactado negativamente en el sector. La inflación provocada por la guerra en Ucrania ha añadido más de 1.500 millones de euros en sobrecostes en solo dos años. Además, la incertidumbre generada por la revisión de la legislación farmacéutica europea y nuevas regulaciones medioambientales ha incrementado la presión sobre la industria.
Desde un punto de vista económico, los aranceles representan un desincentivo significativo para las inversiones. Efpia estima que los aranceles del 15% sobre las exportaciones farmacéuticas a Estados Unidos podrían alcanzar unos 18.000 millones de euros, un dato alarmante para un sector que no puede transferir estos costos a los precios finales. En respuesta, un número creciente de compañías farmacéuticas ha anunciado su intención de construir nuevas plantas de producción en Estados Unidos, atraídas por incentivos fiscales y regulatorios.
Al menos diez empresas han compartido planes de inversión en nuevas fábricas en territorio estadounidense, con compromisos que superan los 280.000 millones de euros. Este movimiento implica un riesgo directo: medicamentos que actualmente se producen en Europa podrían trasladarse completamente a Estados Unidos en pocos años, lo que debilitaría la base industrial del continente y afectaría el empleo cualificado.
Históricamente, Europa ha sido un centro neurálgico para la ciencia y la innovación, pero ha perdido su posición dominante desde el año 2000, cuando dejó de ser la región líder en innovación biofarmacéutica. Actualmente, la UE se encuentra en tercer lugar en términos de generación de nuevas moléculas. En 2024, Estados Unidos capturó el 54,8% de las ventas farmacéuticas globales, en comparación con el 22,7% de Europa.
A pesar de invertir más de 52.000 millones de euros en investigación y desarrollo de nuevos medicamentos, y de emplear a 950.000 personas, el sector enfrenta desafíos importantes. La industria genera un impacto significativo en la economía europea, contribuyendo con 220.000 millones de euros a la balanza comercial de la UE.
El informe de Efpia también enfatiza que el desarrollo de nuevos medicamentos es un proceso largo y costoso, que requiere una media de 12 a 13 años y más de 3.000 millones de euros de inversión, con una tasa de éxito muy baja. Para revitalizar el sector, Sanz de Madrid propone reforzar la propiedad intelectual y simplificar el acceso a la innovación, así como reducir las barreras regulatorias y ofrecer más incentivos a la investigación biomédica dentro de Europa.
El futuro de la innovación biomédica en Europa depende de la capacidad del continente para atraer inversiones y crear un entorno favorable para el desarrollo de nuevos tratamientos. Ignorar el potencial de la industria farmacéutica podría tener un impacto directo en el bienestar de los ciudadanos europeos.