La alta demanda de automóviles en Japón ha llevado a los propietarios a tomar decisiones drásticas: desmantelar sus vehículos y exportar las piezas a los Emiratos Árabes Unidos para su reconstrucción. Este fenómeno se debe principalmente a la onerosa verificación vehicular conocida como Shaken, que obliga a los dueños a enfrentar costos que rondan los 100,000 yenes (aproximadamente 12,500 pesos) cada dos años, y que se incrementan si el auto no cumple con las exigencias técnicas en la primera inspección.
Un proceso oneroso y complicado
En Japón, todos los coches nuevos deben someterse a esta verificación tres años después de su compra, y luego cada dos años. Para los vehículos que superan los diez años, la inspección es anual. Este sistema, en lugar de promover la seguridad y la sostenibilidad, ha llevado a muchos propietarios a deshacerse de sus autos tras pocos años de uso. La mayoría prefiere venderlos en lugar de afrontar los altos costos de mantenimiento y reparaciones que exige el Shaken.
Como resultado, cientos de miles de automóviles en perfecto estado son exportados, no solo como vehículos usados, sino también como chatarra. Esta chatarra, que a menudo incluye coches relativamente nuevos, encuentra su camino hacia África, Asia y, especialmente, hacia los Emiratos Árabes Unidos.
El auge del mercado de autos reconstruidos
Una vez en los Emiratos, estos vehículos son desmantelados y reconstruidos, a menudo combinando partes de dos o tres autos diferentes. Aunque la seguridad de estos coches reconstruidos es cuestionable, su atractivo radica en su bajo costo y en las características que ofrecen en comparación con los modelos nuevos. Este comercio ha convertido a los Emiratos en un centro de compra-venta de coches de segunda mano, especialmente en ciudades como Sharjah y Ajman.
En 2022, los Emiratos Árabes Unidos se posicionaron entre los 20 mayores exportadores de coches del mundo, generando exportaciones por un valor de 7,000 millones de dólares. Estos vehículos, muchos de ellos provenientes de Japón, son vendidos en diferentes estados, desde lujosos en Dubai hasta los de menor calidad en Ajman, donde la falta de regulación permite la circulación de autos en condiciones dudosas.
Es curioso que la mayoría de estos coches no se quedan en los Emiratos, dado que los autos con volante a la derecha, como los que vienen de Japón, son ilegales en el país. Esto obliga a los importadores a modificar los vehículos para que cumplan con la normatividad local, convirtiendo el volante a la izquierda antes de su venta.
Este ciclo de desmantelamiento y reconstrucción no solo revela las peculiaridades de la industria automotriz japonesa, sino también cómo un sistema de verificación que debería fomentar la seguridad vial termina incentivando un comercio global a menudo cuestionable. La realidad es que, en un mundo donde la economía se mueve rápido, los autos siguen siendo un símbolo de estatus, y sus dueños están dispuestos a hacer lo que sea necesario para mantener esa imagen, incluso si eso implica sacrificar la seguridad.