La relación entre México y la DEA ha vivido un cambio drástico en los últimos años, especialmente tras la detención en 2020 del exsecretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, en Los Ángeles sin aviso al Gobierno mexicano. Este evento impulsó una serie de reformas legales que limitan la presencia de agentes extranjeros en el país, marcando un antes y un después en la colaboración bilateral.
La historia de la DEA en México
Durante décadas, la narrativa mediática ha pintado a Estados Unidos como un defensor de la justicia, donde la DEA y el FBI son los héroes en la lucha contra el crimen organizado. Sin embargo, esta imagen oculta una realidad incómoda: entre 1988 y 2018, la DEA operó casi como si estuviera en su propio territorio, llevando a cabo operativos sin la autorización de las autoridades mexicanas. Este pasado de impunidad culminó en el trágico incidente de 1999 en Matamoros, donde un enfrentamiento entre la DEA y fuerzas mexicanas dejó claro que la falta de coordinación era peligrosa.
Con la llegada de Felipe Calderón a la presidencia, se abrió la puerta a una colaboración más estrecha, pero fue con Enrique Peña Nieto que la relación se mantuvo bajo una mayor discreción. A pesar de esta aparente cooperación, la DEA disfrutó de márgenes de acción que a menudo la hacían operar con la misma libertad que en su país.
El cambio bajo AMLO
La llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) trajo consigo un cambio de paradigma. La detención de Cienfuegos evidenció la desconfianza acumulada y llevó a la reforma de los artículos 19 y 40 de la Constitución, prohibiendo a los agentes extranjeros actuar sin la autorización formal y supervisión de las autoridades nacionales. Esta medida fue un blindaje legal que cerró los márgenes de maniobra que antes tenía la DEA.
En este contexto, el anuncio del “Proyecto Portero” por parte de la DEA fue recibido con suspicacia. Mientras Estados Unidos lo presentaba como una iniciativa conjunta contra los cárteles, la presidenta Claudia Sheinbaum negó la existencia de algún acuerdo y reafirmó que los límites impuestos a los agentes extranjeros siguen vigentes. “México es un país libre, independiente y soberano”, subrayó durante su conferencia matutina, enfatizando que la colaboración no implicaba subordinación.
Este episodio no es un simple desencuentro burocrático; refleja décadas de tensiones y un cambio constitucional que ha redefinido la soberanía mexicana. Mientras la DEA sigue siendo una figura prominente en series y películas estadounidenses, en la realidad enfrenta muros jurídicos y diplomáticos que limitan su accionar en el país. Con esta clara línea trazada, México ha dejado en claro que la cooperación es posible, pero la soberanía nunca será negociable.
