La noche del 15 de septiembre se convierte en un momento de fervor patriótico en todo México, donde la ceremonia del “Grito” marca el inicio de las festividades por la Independencia. El presidente de la República aparece frente a la multitud, recordando las palabras de Miguel Hidalgo que, en 1810, convocó al pueblo a levantarse contra el dominio español. Este año, la celebración toma un matiz especial al coincidir con un “puente” vacacional que permitirá a muchos disfrutar de un descanso prolongado, un lujo que solo se repetirá en 2029.
Tradiciones y anécdotas del Grito
En Hermosillo, la Plaza Zaragoza se convierte en el epicentro de la celebración. El gobernador, desde su balcón, inicia el ritual de recordar a los héroes que nos dieron patria, mientras la gente, emocionada, responde con vítores. Este ambiente festivo se complementa con la venta de antojitos y bebidas, creando una atmósfera que recuerda las ferias de antaño. No es raro ver a los asistentes armados con “palomitas”, esos petardos que estallan con fuerza, añadiendo un toque de alegría y desorden a la festividad.
A medida que se acerca la hora de la ceremonia, la multitud se concentra frente al balcón, ansiosa por escuchar el famoso “¡Viva México!” que se repite en tres ocasiones. En algunas ocasiones, el ambiente se torna caótico, como aquel año en que un grupo decidió lanzar naranjas agrias como una forma de protesta, lo que llevó a que las autoridades implementaran medidas para evitar que el incidente se repitiera, incluyendo la recolección de frutas de los árboles de la plaza.
El espectáculo pirotécnico y el cierre de la fiesta
Una vez terminado el discurso del gobernador, el momento más esperado llega: el espectáculo de fuegos artificiales. Desde la azotea del Palacio, estelas de luz iluminan el cielo, transformándose en cortinas de colores brillantes que caen lentamente sobre la plaza. Este espectáculo no solo es un deleite visual, sino que simboliza la alegría y el orgullo nacional.
El eco de los cohetes resuena en el aire, mientras los “toritos”, pequeñas estructuras de madera cargadas de fuegos artificiales, aparecen entre la multitud, desatando risas y carreras entre los asistentes. Este final festivo marca el cierre de una noche mágica, donde el humo y los aromas de pólvora se mezclan con la euforia colectiva. Así, los mexicanos regresan a casa, listos para el desfile del día siguiente, llevando consigo el espíritu de la celebración y el recuerdo de una tradición que une a todos en torno a su historia.