La frontera entre Estados Unidos y México, marcada por tensiones políticas y ambientales, ahora es escenario de una notable recuperación de la vida silvestre, en particular la rana de patas rojas. Gracias a esfuerzos de conservación binacionales, esta especie nativa está mostrando signos de revitalización, desafiando las adversidades impuestas por el muro fronterizo que construyó la administración de Donald Trump.
Un proyecto de conservación innovador
De acuerdo con un reportaje de Independent, científicos de ambos lados de la frontera han reintroducido ejemplares de la rana de patas rojas, originaria de California y Baja California, y están utilizando inteligencia artificial para monitorear sus hábitats. Sentado al borde de un estanque pantanoso, el herpetólogo Brad Hollingsworth retira un pequeño dispositivo de grabación que contiene 18 horas de audio. Este análisis permite observar un ecosistema vibrante, donde se detectan sonidos de búhos, pájaros carpinteros, coyotes y, crucialmente, la ausencia de la rana toro, especie invasora que ha amenazado a las nativas.
La rana de patas rojas, que mide entre 5 y 13 centímetros, es la más grande de su tipo en el oeste de Estados Unidos. Históricamente abundante en la costa de California, su población ha disminuido drásticamente debido a la introducción de la rana toro, enfermedades y la pérdida de hábitat por sequías y desarrollo humano. Según Robert Fisher, del Programa de Investigación y Monitoreo de Anfibios del Servicio Geológico de Estados Unidos, han desaparecido del 95% de su rango histórico en el sur de California.
La cooperación binacional como clave del éxito
La historia de recuperación de la rana de patas rojas es también una historia de cooperación. En 2006, Fisher, Hollingsworth y otros investigadores viajaron a Baja California tras enterarse de una pequeña población de ranas. Allí, encontraron alrededor de 20 ejemplares, lo que motivó a Anny Peralta, entonces estudiante de Hollingsworth, a dedicarse a su conservación. Junto a su esposo, fundó la organización Fauna del Noroeste en Ensenada, buscando promover el manejo adecuado de los recursos naturales.
En 2018, comenzaron a construir estanques para aumentar la población de ranas, que eventualmente proporcionarían huevos para reintroducir la especie en California. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 obligó a ajustar permisos y transporte, complicando el proceso.
En los últimos cinco años, el equipo de Hollingsworth ha monitoreado los estanques con grabaciones, y el 30 de enero de este año, escucharon el croar de reproducción de la rana de patas rojas, lo que marcó un avance significativo en el proyecto. “Se sintió como un gran peso fuera de mis hombros porque pensábamos que el proyecto podría estar fallando”, comentó Hollingsworth.
La detección de más machos y los primeros huevos nacidos de ejemplares traídos desde México han confirmado la exitosa reproducción de la especie en Estados Unidos. Hoy, hay más de 100 ranas adultas en los estanques del sur de California y renacuajos en nuevos sitios. El plan es continuar trasladando huevos y fomentar poblaciones sostenibles a ambos lados de la frontera.
Esta historia de la rana de patas rojas se suma a otros ejemplos de éxito en la cooperación binacional, donde especies como el lobo gris mexicano y el cóndor de California también han regresado a sus rangos históricos. “No saben de fronteras, visas o pasaportes. Este es su hábitat y estas poblaciones necesitan reconectarse. Esto muestra que podemos restaurar este ecosistema”, concluyó Peralta, reflejando el espíritu de colaboración que está cambiando la narrativa ambiental en la región.
La recuperación de la rana de patas rojas es un ejemplo esperanzador de cómo la ciencia y la cooperación internacional pueden revertir daños ambientales y restaurar la biodiversidad, incluso en tiempos de división.
