El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, anunció su renuncia el domingo, dejando su cargo de jefe de gobierno y la presidencia del Partido Liberal Democrático (PLD) después de menos de un año en el poder. Esta decisión se produce en medio de una creciente presión interna por asumir la responsabilidad tras la derrota de su partido en las elecciones parlamentarias de julio.
Una renuncia forzada por la presión interna
Ishiba, de 68 años, había resistido las exigencias de los sectores más conservadores de su partido, pero finalmente reconoció que había llegado el momento de dar un paso al lado. En una conferencia de prensa, expresó que no quería dejar un vacío político en un momento crítico para Japón, que enfrenta retos como los aranceles impuestos por Estados Unidos, el alza de precios y las tensiones en la región del Asia-Pacífico.
El ex primer ministro había estado considerando su dimisión desde hacía tiempo, pero no quería hacerlo antes de cerrar un acuerdo con Washington. “¿Quién negociaría en serio con un gobierno cuyo líder anuncia que se va?”, cuestionó Ishiba, refiriéndose a la importancia de su papel en las relaciones diplomáticas.
La semana pasada, el presidente Donald Trump había ordenado la reducción de aranceles a los autos y productos japoneses del 25% al 15%, lo que Ishiba vio como un avance crucial en las negociaciones que facilitó su salida del cargo. “Habiendo alcanzado un punto clave en las negociaciones con Estados Unidos, decidí que era el momento de abrir paso a un sucesor”, afirmó.
Un liderazgo breve y frágil
La renuncia de Ishiba se produjo justo un día antes de que el PLD votara sobre la posibilidad de elecciones anticipadas de liderazgo, un movimiento que habría sido interpretado como una moción de censura interna. El ex primer ministro aseguró que su decisión de dimitir fue “dolorosa”, pero necesaria para evitar una división crítica dentro del partido. Planea permanecer en el cargo hasta que el Parlamento apruebe a su sucesor, un proceso que se espera que ocurra en octubre.
El mandato de Ishiba, que comenzó en octubre de 2024, apenas duró un año y refleja la fragilidad de un gobierno en minoría. A pesar de haber ganado la dirigencia en su quinto intento, no logró cumplir las expectativas de cambio. Reconoció que deja asuntos pendientes como aumentos salariales, reformas agrícolas y el fortalecimiento de la seguridad nacional. Además, dejó claro que no competirá en la próxima elección interna.
La derrota de su coalición en julio, que no logró la mayoría en la Cámara Alta de 248 escaños, debilitó su gobierno. Esta situación se sumó a la pérdida de la mayoría en la Cámara Baja dos semanas después de asumir el cargo. Aunque algunos aliados de Ishiba señalaron que los escaños perdidos pertenecían a ultraconservadores vinculados a escándalos de corrupción, la presión aumentó cuando la dirigencia del PLD pidió una renovación completa del partido.
Entre los posibles sucesores de Ishiba se encuentran Shinjiro Koizumi, actual ministro de Agricultura; Sanae Takaichi, exministra de Seguridad Económica y figura ultraconservadora; y Yoshimasa Hayashi, actual secretario en jefe del gabinete, quien es considerado un protegido del ex primer ministro Fumio Kishida. El nuevo líder enfrentará el desafío de gobernar sin mayoría en ninguna de las dos cámaras y depender del apoyo de una oposición fragmentada.
