La mentoría tiene el poder de cambiar el rumbo de la vida de las personas. Un mentor que actúa como asesor académico no solo transmite conocimientos, sino que inspira confianza, fomenta la perseverancia y ayuda a descubrir el propósito detrás del aprendizaje. Este proceso es especialmente crucial en la infancia y la adolescencia, etapas donde la curiosidad está presente y el miedo aún no ha silenciado el deseo de explorar.
Cuando se ofrece orientación en estas edades, la diferencia entre un talento que se apaga y un futuro líder que transforma su entorno se vuelve evidente. Ser mentor no es un simple título; es una vocación que implica reconocer el vasto potencial oculto en cada estudiante. El verdadero mentor acompaña, inspira y abre caminos, en lugar de imponer o dirigir. Este tipo de acompañamiento es fundamental, ya que en estos años formativos, tanto el cerebro como la identidad están en desarrollo.
Los niños y adolescentes que cuentan con un buen mentor aprenden lecciones que van más allá de lo académico, como la autoconfianza, la resiliencia y la capacidad de encontrar significado en cada desafío. Cuando un maestro o asesor mira a un estudiante con esperanza, este también comienza a mirar hacia el futuro con fe, lo que puede cambiar el curso de su vida.
Un evento reciente, el 4 de octubre, destacó este impacto de la mentoría. Durante la edición 2025 de INFOMATRIX Iberoamérica, dos jóvenes, Reggina Chacón y Betzaida Delgado, representaron a México, llevando su pasión por la ciencia y la salud emocional más allá de nuestras fronteras. Su participación no solo les valió medallas, sino que sembró en ellas una semilla de propósito que florecerá con el tiempo. Cada uno de sus logros fue el resultado de horas de mentoría y apoyo de su asesora, Jacqueline Mancilla, quien fomentó en ellas la curiosidad y estuvo presente en sus momentos de dificultad.
Lo que sucedió en ese evento fue un recordatorio de que los sueños guiados por un propósito claro tienen el potencial de transformar generaciones. La voz de México resonó en los aplausos, pero más importante fue la convicción de que una educación acompañada de mentoría se convierte en una fuerza poderosa capaz de cruzar fronteras.
Los mentores comprenden que su papel no es simplemente dar respuestas, sino enseñar a formular las preguntas adecuadas. Ellos saben cuándo es el momento de intervenir y cuándo permitir que el silencio se convierta en un espacio de aprendizaje. Cada estudiante posee un ritmo y una historia única, y es esta sensibilidad pedagógica la que distingue a un verdadero formador de conciencia de un asesor técnico.
En la juventud, la búsqueda de validación es constante. Los jóvenes necesitan sentir que sus ideas tienen valor y que sus voces son escuchadas. Aquí es donde el mentor se convierte en un faro que les guía a través de un mundo lleno de distracciones y comparaciones. En esta relación entre guía y aprendiz, la confianza crece, y cuando se establece en edades tempranas, se convierte en la raíz del liderazgo.
En un contexto donde la educación a menudo se reduce a cumplir con programas y obtener resultados, la mentoría es el alma misma de la enseñanza. No hay un currículo que pueda reemplazar el poder de una palabra de aliento o una mirada de confianza. Los mentores que trabajan con jóvenes en proyectos científicos, artísticos o tecnológicos no solo los preparan para competir, sino que les enseñan a contribuir al bien común, conectando la mente con el propósito y el conocimiento con la empatía.
Cada vez que un maestro dedica tiempo a escuchar a un joven, está sembrando una semilla de esperanza. Aunque los frutos de ese esfuerzo no sean inmediatos, la huella que deja es perdurable. El verdadero cambio social comienza en las aulas y en los espacios donde alguien decide creer en el potencial de otro. Esta es la verdadera transformación educativa: convertir la enseñanza en un legado.
Hoy más que nunca, es vital fortalecer las redes de mentoría y reconocer a aquellos que dedican su vida a guiar. Detrás de cada joven que logra trascender, hay un adulto que eligió creer en su potencial. Janette Rodríguez, Directora General de DIA1, nos recuerda que “la educación transforma, pero la mentoría trasciende”.