El Paquete Económico para 2026, crucial para la dirección fiscal del país, llegó al Congreso con un asombroso retraso a las 22:30 del 15 de septiembre de 2023, lo que desata una serie de interpretaciones y preocupaciones sobre el futuro económico de México.
Retraso que no pasa desapercibido
Este retraso, que podría parecer un detalle menor, es en realidad un símbolo de las dificultades que enfrentamos. La entrega tardía rompe con la tradición de puntualidad y genera un clima de suspenso en un momento donde la certidumbre es más necesaria que nunca. No es común que el país reciba su mapa fiscal al borde de la medianoche, y esta anomalía refleja la incertidumbre que prevalece en el entorno económico actual.
Si bien el documento aún no se puede analizar en detalle, se anticipa que el déficit público para 2026 se ajustará a la baja, acorde con lo señalado por el Programa Nacional de Financiamiento para el Desarrollo, que establece un objetivo de 3.5 por ciento del PIB para el próximo año. Este ajuste es esencial, dado que el déficit de 2024 alcanzó niveles alarmantes que requieren una corrección gradual.
Inversión y recaudación en el horizonte
El nuevo gobierno, encabezado por Claudia Sheinbaum, hereda un déficit insostenible de la administración de AMLO, lo que obliga a la actual administración a reafirmar su compromiso con la disciplina fiscal. La expectativa es que, aunque el nuevo paquete busque dar continuidad a programas existentes, debe demostrar prudencia y responsabilidad en el manejo de los recursos.
En contraposición, se anticipa un aumento en la inversión pública, pues no se puede hablar de crecimiento ni competitividad sin fortalecer la infraestructura. Se espera que haya mayores asignaciones para proyectos emblemáticos y obras regionales que respalden la narrativa del desarrollo. Sin embargo, el gasto social, respaldado por reglas constitucionales, difícilmente retrocederá, lo que significa que habrá rubros que se expandan a pesar de la instrucción general de contener el gasto.
Pero, ¿de dónde saldrá el financiamiento para sostener esta ecuación? Todo indica que se buscará una recaudación más robusta, no necesariamente a través de nuevos impuestos, sino mediante una administración tributaria más eficaz y una fiscalización más estricta que incluya a contribuyentes que hasta ahora han evadido su responsabilidad.
Adicionalmente, la gran apuesta en materia recaudatoria es la reforma aduanera, que no solo tiene como objetivo mejorar la recaudación, sino también modernizar el control aduanero. La Secretaría de Hacienda ha enfatizado que la digitalización es un área clave para ampliar la base gravable, lo cual permitirá generar ingresos adicionales necesarios para cuadrar la ecuación fiscal.
Sin embargo, el riesgo de esta situación es evidente: escribo sin tener el Paquete Económico en mis manos. Interpretar los detalles antes de conocerlos es como tratar de entender la forma de una sombra sin ver el objeto que la proyecta. A pesar de esta incertidumbre, la combinación de un menor déficit, mayor inversión pública y más recaudación parece ser no solo la hipótesis más probable, sino la única viable.
La reciente ratificación de la calificación crediticia de S&P para la deuda soberana de México refuerza esta interpretación, ya que la agencia no mantiene su calificación sin fundamentos sólidos. Las señales apuntan a que la ruta fiscal seguirá hacia la sostenibilidad, lo que puede ser un faro en medio de la penumbra provocada por esta entrega tardía.
La llegada nocturna del Paquete Económico nos obliga a esperar el amanecer para conocer sus detalles. Será fundamental que, al abrir sus páginas, encontremos coherencia, disciplina y una visión clara hacia el futuro. La economía mexicana no puede permitirse más sobresaltos; necesita certidumbre. Aunque el barco llegue con retraso, lo esencial es que no se desvíe de su rumbo.
