En medio de la devastación que causó la bomba atómica en Nagasaki el 9 de agosto de 1945, la imagen de un niño japonés cargando el cuerpo sin vida de su hermano se volvió un símbolo del horror de la guerra. El fotógrafo estadounidense Joe O’Donnell capturó esta escena desgarradora, que encapsula la pérdida y el amor fraternal en un momento de tragedia extrema.
La devastación de Nagasaki
La bomba, conocida como Fat Man, fue lanzada por el mayor Charles Sweeney a las 11:02 horas, tres días después de Hiroshima. Con una potencia equivalente a 21,000 toneladas de dinamita, la explosión arrasó más de 7 kilómetros cuadrados y causó la muerte de entre 28,000 y 49,000 personas, principalmente mujeres y niños. La geografía montañosa de Nagasaki, aunque ayudó a contener el daño, no evitó la magnitud de la tragedia.
La ciudad quedó marcada para siempre, y a pesar de que el bombardeo se centró en un área industrial, el sufrimiento humano fue inconmensurable. Como recordaría años más tarde el sobreviviente Sumiteru Taniguchi, “era el infierno. Un mar de fuego. Cuerpos quemados, voces pidiendo ayuda…” Las estimaciones indican que para finales de 1945, al menos 110,000 personas habían muerto entre ambas ciudades bombardeadas.
La imagen que conmueve al mundo
O’Donnell, quien llegó a Japón como parte de la Marina de Estados Unidos, tomó la famosa fotografía en septiembre de 1945. En ella, un niño de aproximadamente diez años, con el rostro endurecido por la contención, carga en su espalda a su hermano pequeño, cuya vida se había apagado en el desastre. La imagen, que podría parecer cotidiana en un contexto de guerra, es en realidad un testimonio impactante de la tragedia.
El fotógrafo recordaría que el niño permaneció inmóvil durante varios minutos, sin pronunciar una palabra, observando en silencio cómo su hermano era entregado a los funcionarios del crematorio. “Nadie le habló, nadie lo consoló”, comentó O’Donnell, quien se sintió incapaz de intervenir. Esta escena, capturada en un instante, se ha convertido en un poderoso recordatorio de los efectos devastadores de los conflictos bélicos.
Décadas después, en 2018, el Papa Francisco utilizaría la imagen para crear conciencia sobre las consecuencias de la guerra, acompañándola con la frase “El fruto de la guerra”. La fotografía ha circulado en redes sociales, a menudo con la emotiva cita: “No es un peso. Es mi hermano”, reflejando el profundo dolor y la inquebrantable conexión entre los hermanos.
La identidad del niño permanece desconocida, lo que otorga a la fotografía un carácter universal; podría representar a cualquier niño en cualquier conflicto. Joe O’Donnell, afectado por lo que presenció, guardó las imágenes en un baúl durante años y solo decidió compartirlas en su vejez, convirtiéndose en un activista en contra de las armas nucleares.
O’Donnell falleció el 10 de agosto de 2007, pero su legado perdura a través de esta imagen, que sigue siendo una poderosa advertencia sobre el horror de la guerra y la necesidad de paz. La fotografía original se encuentra en el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki, donde muchos visitantes pasan sin detenerse ante ella, quizás sin comprender el peso de la historia que lleva consigo.