La Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATx) se ha convertido en un faro de esperanza para los adultos mayores, quienes han encontrado en sus aulas no solo un lugar para aprender, sino un espacio donde revitalizar sus vidas. Eusebia, con 66 años, resume el sentimiento de muchos cuando dice: “Gracias a ustedes estamos de pie, seguimos adelante”. Este programa ha generado un impacto profundo en su vida cotidiana, transformando la percepción del envejecimiento.
Un espacio de aprendizaje y conexión
La realidad es que para muchos de estos estudiantes, el simple hecho de asistir a la universidad representa un verdadero triunfo personal. Sandra, a sus 77 años, expresa con orgullo: “Venir a la universidad para mí es un privilegio y un gozo”, destacando cómo este entorno le ha permitido superar dolencias comunes y redescubrir su energía. Blanca, también de 66 años, comparte un beneficio crucial para la salud mental: “Es una gran satisfacción, me rejuvenece muchísimo… no he tenido tiempo para malos pensamientos”.
Más allá de las aulas, la universidad se convierte en un espacio donde las relaciones intergeneracionales florecen. Juan de Dios, de 69 años, señala que “convivir con todos los compañeros jóvenes… y aprender de ellos” es un privilegio que le brinda una nueva perspectiva sobre la vida. Sebastián, de la misma edad, añade que su participación en el programa ha renovado su sentido de valor personal: “Expresa un cambio de perspectiva en mi vida, porque nuevamente tengo un valor que había dejado abandonado… ¡La vida!”
Beneficios tangibles para el bienestar
Al indagar sobre los beneficios que este programa les aporta en su día a día, las respuestas son un reflejo de crecimiento y comunidad. Luz María, de 58 años, comenta sobre la empatía que ha encontrado: “Reconocer que las experiencias de los demás son muy similares a las mías me enriquecen”. Lila, de 61 años, encuentra en su asistencia “reflexión y preparación para el futuro… me ha despertado del letargo de vida”.
Eusebia también resalta cómo ha aprendido que “todavía podemos estar aquí en la universidad”, mientras que Norma, de 69 años, enfatiza la satisfacción de hacer nuevas amistades y compartir ideas. Para Tomasa, de 68 años, su experiencia en la UATx se convierte en una motivación para sus nietos y en una inspiración para “tener una calidad de vida saludable”. Oliva, de 72 años, se siente “más realizada como persona en todos los aspectos… social, familiar… mi salud ha mejorado mucho”.
El impacto más conmovedor es la reinvención personal. Una mujer de 76 años reconoce que los talleres le han enseñado a valorarse y a entender que su vida no giraba únicamente en torno a su familia lejana: “Trato de sonreírle a las adversidades y tengo que seguir adelante… Soy otra mujer”. Otra participante, de 74 años, ha redescubierto su creatividad: “Ayer me puse a pintar… terminé que ya no me quería ir”.
Los testimonios de Eusebia, Sandra, Blanca, Sebastián y otros participantes muestran sin lugar a dudas que la universidad no solo es un lugar de aprendizaje, sino un pilar de dignidad y vitalidad. En esta etapa de la vida, la UATx se convierte en un espacio de reafirmación, donde se recupera el valor personal que el tiempo y la soledad a veces erosionan.
Este programa es un antídoto contra la irrelevancia, demostrando que la capacidad de aprender, crecer y contribuir no tiene fecha de caducidad. Es una red de apoyo social que combate el aislamiento y la depresión, sustituyéndolos con risas, amistades y proyectos comunes. Quizá lo más crucial es que es un motor de propósito que les devuelve las ganas de vivir y de “seguir adelante”.
En definitiva, iniciativas como la de la Universidad para Personas Mayores no solo educan; sanan, revitalizan y empoderan, recordando a la sociedad que los adultos mayores son un activo lleno de experiencia y potencial y reafirmándoles que, sin importar la edad, siempre hay razones para estar de pie y decir con orgullo: “Gracias a la Universidad estamos de pie”.