La actriz Amanda Seyfried se robó las miradas en el prestigioso Festival de Cine de Venecia con su papel protagónico en The Testament of Ann Lee, dirigida por Mona Fastvold, una obra audaz que explora el liderazgo femenino, la fe y la transformación personal.
Una historia radical de fe y liderazgo
La trama sigue a Ann Lee, nacida en el siglo XVIII en Manchester como hija de un herrero y una sastre, quien tras la pérdida de sus cuatro hijos pequeños, funda una comunidad religiosa innovadora: los Shakers. En 1774, junto a seis seguidores, cruzó el Atlántico hacia Nueva York para establecer esta comunidad que abogaba por el celibato y el liderazgo femenino, convirtiéndose en una figura icónica de su tiempo. Hoy, solo quedan tres miembros de esta comunidad en Estados Unidos.
Un enfoque realista y visceral
El proceso creativo se caracterizó por un compromiso con el realismo; Seyfried y Fastvold evitaron cualquier idealización de la vida de Ann Lee. “Amanda fue valiente: aceptó mostrar la sangre y su cuerpo en pantalla”, comentó Fastvold. La actriz enfatizó que era un deber hacer justicia a la historia de Lee y a quienes se identifican con ella.
El rodaje de 34 días en Budapest se realizó con un presupuesto inferior a 10 millones de dólares, lo que obligó a un enfoque meticuloso en la planificación y ejecución de escenas complejas, desde tormentas hasta secuencias marítimas.
La música como elemento central
La banda sonora, creada por Daniel Blumberg, se convierte en un motor emocional, incorporando himnos Shaker originales y canto improvisado. “Esto no es entretenimiento, es una oración”, subrayó Fastvold, quien utilizó instrumentos históricos para profundizar en la atmósfera del filme.
La principal dificultad para Seyfried fue dominar el acento de Manchester del siglo XVIII, lo que requirió sesiones de ensayo intensivas. “Cuanto más extraño, mejor”, comentó la actriz sobre su experiencia. Fastvold reconoció la entrega y versatilidad de Seyfried a lo largo del proceso.
El ambiente durante el rodaje reflejó el espíritu comunitario de los Shakers, con Fastvold defendiendo un liderazgo maternal basado en la empatía. Seyfried asumió el rol de fomentar un entorno laboral cohesivo, lo que resultó liberador, incluso bromeando sobre no usar bótox en un año.
La película, que desafía las etiquetas, entrelaza música y drama realista, con Fastvold resaltando que no puede ser encasillada estrictamente como un musical, sino como una narrativa desde la perspectiva de los Shakers, evitando la ironía y la parodia. A pesar de su escepticismo religioso, abordó la historia de Ann Lee con respeto y empatía.
