En un giro que puede sorprender, el cronista de Aguascalientes ha decidido no abordar los temas de actualidad como el aniversario de la ciudad o el Festival de las Calaveras. En su lugar, ha optado por reflexionar sobre su trayectoria, pues la semana pasada marcó el vigésimo segundo aniversario de su columna.
El 6 de octubre se convirtió en un día significativo, el “día universal de su crónica”, donde cada lunes se celebra la palabra, un espacio que busca enriquecer el alma de sus lectores. Para conmemorar esta efeméride, el cronista compartió un fragmento de “Las espigas de la memoria” del poeta Esteban Ríos Cruz, que destaca el poder transformador de las palabras.
La reflexión continuó al recordar un congreso nacional de cronistas en Durango, donde el profesor Esbardo Carreño Díaz habló sobre el papel del cronista. Describió al cronista como quien tiene “la llave de su comunidad”, capaz de abrir las puertas a la cultura y las tradiciones locales. Esta metáfora resuena profundamente, ya que permite al cronista conectar con la esencia de su pueblo.
El ejercicio de la crónica va más allá de la escritura; implica establecer un diálogo con la historia y la comunidad. En palabras del cronista, la crónica no se limita a una columna, se extiende a la radio y a interacciones con las personas que buscan información.
En su trayectoria, el cronista recordó el regreso de un premio de investigación que organizaba el Consejo de la Crónica, que lamentablemente ha desaparecido. Durante una de estas sesiones, el académico José Manuel Enciso mencionó que “la historia es la tía regañona, mientras que la crónica es la muchacha que sonríe”. Esta imagen evoca la relación entre ambas disciplinas, donde la historia se presenta rigurosa y la crónica se permite licencias creativas.
El cronista concluyó su reflexión agradeciendo a sus lectores por acompañarlo en este viaje de 22 años, donde cada entrega busca aportar algo valioso a la comunidad. Su crónica es una invitación a explorar y celebrar la vida cotidiana, un espacio donde las palabras son sembradas para dar vida a la memoria colectiva.