La educación en Michoacán se enfrenta a un nuevo golpe: según el reciente informe de la OCDE, el Panorama de la Educación 2025, México continúa en los últimos lugares en inversión educativa, y Michoacán, en particular, se encuentra en una situación crítica. Con una inversión de apenas 4,066 dólares por estudiante, el estado se ve atrapado en un ciclo de desigualdad que repercute en las oportunidades de miles de niños y jóvenes.
Desigualdades profundas en la educación
Las cifras hablan por sí solas: el 16.2% del gasto educativo en México es asumido por las familias, un porcentaje que se agrava en Michoacán. Aquí, las familias campesinas y trabajadores migrantes enfrentan la difícil elección entre alimentar a sus hijos o mantenerlos en la escuela. Esta disyuntiva se traduce en un alarmante abandono escolar, especialmente en zonas rurales como la Tierra Caliente y la Meseta Purépecha, donde el acceso a recursos básicos es limitado.
Cuando un estudiante michoacano debe decidir entre comprar útiles escolares o cubrir gastos médicos, es evidente que el sistema está fallando. En muchas comunidades, el costo de uniformes y transporte se convierte en una barrera insuperable, lo que lleva a que el abandono escolar se dispare en regiones donde la pobreza y la falta de infraestructura educativa son la norma.
Un futuro incierto para los jóvenes
La situación es aún más preocupante al considerar que menos del 5% de los niños mexicanos de 0 a 2 años están matriculados en educación inicial, en comparación con el 60%% en países desarrollados. En Michoacán, esta falta de acceso se traduce en que apenas 13,000 niños reciben educación inicial, atendidos por solamente 740 maestros. Esta realidad condena a muchos a un futuro de pobreza y marginación.
El panorama se complica aún más por la migración y la violencia que plagan el estado. Solo el 51% de los jóvenes michoacanos accede a la educación media superior, un dato que refleja un contexto de inseguridad que hace casi imposible el traslado a las aulas. Generaciones enteras se ven privadas de las competencias necesarias para un futuro digno.
El informe de la OCDE también destaca una paradoja alarmante: a mayor nivel educativo, mayor desempleo juvenil. En Michoacán, esto se traduce en una tragedia: jóvenes que logran terminar sus estudios superiores regresan a sus comunidades sin encontrar oportunidades laborales que se alineen con su preparación. Ingenieros y licenciados se ven obligados a trabajar en el sector informal, mientras que solo uno de cada cuatro logra ingresar a la universidad.
Las condiciones educativas en Michoacán son desalentadoras. Escuelas multigrado, aulas sin Internet y bibliotecas vacías son el pan de cada día para muchos estudiantes. La falta de evaluaciones sistemáticas impide conocer el verdadero nivel de aprendizaje de los jóvenes, lo que es preocupante, especialmente cuando el 61% de los adultos sin educación media superior apenas puede leer textos básicos.
Es fundamental que las autoridades estatales asuman su responsabilidad y reevaluen la asignación de recursos destinados a la educación. Las familias no pueden seguir soportando una carga financiera tan pesada mientras sus hijos estudian en condiciones indignas. La creación de un vínculo real entre educación y oportunidades laborales es urgente; no podemos seguir formando profesionistas para el desempleo.
Michoacán tiene la oportunidad de romper con esta inercia. Los datos internacionales nos guían: se necesita una inversión real por estudiante, un enfoque en poblaciones vulnerables y evaluaciones transparentes de aprendizajes. La mirada crítica que nos ofrecen organismos como la OCDE debe impulsarnos a la acción. El futuro de Michoacán se decide hoy, en cada aula, en cada decisión pública. Es momento de exigir un gobierno comprometido con la educación de calidad.
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