El pasado fin de semana, Monterrey fue el escenario de un evento cultural significativo que reunió a amantes de la danza contemporánea. Las compañías Moksa, El Ombligo de Adán y Víctor Burgoa presentaron propuestas artísticas que abordaron temas profundos relacionados con la identidad, el miedo y la fuerza interior.
La serie de presentaciones comenzó el viernes con un programa doble en el Teatro del Centro de las Artes, ubicado en el Parque Fundidora. La colaboración entre Moksa y El Ombligo de Adán en “Tres movimientos en la penumbra” destacó la fortaleza de la danza contemporánea en la región, uniendo las trayectorias de ambas compañías. Moksa, bajo la dirección de Martha Valdez, ha estado activa desde 2008, mientras que El Ombligo de Adán, creada en 2020 por Juan Pablo Cibrián y Sandra Hernández, utiliza el teatro físico para explorar la performatividad del cuerpo.
La primera pieza presentada fue “Danza para el miedo”, una obra unipersonal de 15 minutos que Martha Cecilia Valdez interpretó y coreografió. Esta pieza exploró, de manera visceral, la incertidumbre que enfrenta el ser humano, complementada con la música original de Rodrigo Zárate Marfil, creando una atmósfera envolvente.
Posteriormente, El Ombligo de Adán presentó dos obras. La primera de ellas, “¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora?”, fue una exploración de 30 minutos sobre el ostracismo y la introspección, dirigida e interpretada por Sandra Hernández, con la música de César Puente y la voz en off de Itzel Lombrana. La segunda, “El grito”, fue una intensa representación de solo 10 minutos que abordó la dificultad de expresar el dolor; aquí, Sandra Hernández también dirigió e interpretó, acompañada por la soprano en vivo Aurora García Montes y el dibujante Bruno Godoy, quienes aportaron una nueva dimensión a la narrativa.
El sábado, la Compañía Víctor Burgoa, un grupo independiente reconocido por su creatividad y calidad, presentó “Porque soy”. Dirigida y coreografiada por Víctor Burgoa, esta obra se centró en la relación entre el cuerpo y la voz, destacando historias silenciadas de mujeres. A través de preguntas profundas como “¿Por qué soy? ¿Por qué existo? ¿Por qué mi voz importa?”, se creó un “grito de conciencia” sin necesidad de palabras, utilizando movimientos vigorosos y gestos impactantes.
El elenco de bailarines, compuesto por talentos tanto veteranos como de nuevas generaciones, logró conectar emocionalmente con el público, dejando una huella significativa en la audiencia y fomentando la reflexión sobre la justicia y la equidad. En resumen, este fin de semana de danza contemporánea no solo ofreció entretenimiento, sino que también propició un espacio de reflexión sobre temas humanos esenciales, demostrando el poder transformador de la danza.