La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, no ocultó su indignación este miércoles ante la solicitud del expresidente Felipe Calderón de que Estados Unidos interviniera en asuntos internos del país, especialmente en relación con la reforma judicial. En su habitual rueda de prensa, Sheinbaum enfatizó: “Fíjense la gravedad de lo que dice un expresidente; ya saben que yo siempre le pongo el apellido ‘espurio’, porque llegó con un fraude electoral al Gobierno de México. Es indignante, no tiene otra palabra”.
Las declaraciones de Calderón, donde instó a Washington a actuar en la política interna mexicana, desataron un fuerte escándalo. “Va a EE.UU. a decirles que el embajador debería haber intervenido en México para que no pasara la reforma al Poder Judicial. Aparte de espurio, ¿cómo le ponemos? Entreguista, vendepatria”, afirmó la mandataria.
Un pasado turbulento
Sheinbaum también recordó que el peor papel desempeñado por un embajador estadounidense ocurrió en 1913, cuando Henry Lane Wilson participó en el golpe de Estado contra el entonces presidente Francisco I. Madero. Este recuerdo histórico subraya la sensibilidad que existe en México hacia la intervención extranjera en sus asuntos internos, una herida que aún no ha sanado.
Durante los primeros meses de su gobierno, la presidenta ha criticado constantemente al exembajador estadounidense, Ken Salazar, por sus políticas injerencistas. Sheinbaum ha sido clara en su postura, defendiendo la soberanía nacional frente a cualquier tipo de injerencia externa.
Reacciones y repudio
En una conferencia reciente en Washington, Calderón lamentó que la reforma judicial, que llevó a la primera elección de jueces a través del voto popular, haya sucedido “delante de las narices” de Salazar, quien, según él, no hizo nada para impedirlo. “No sé si solo no se dio cuenta de lo que estaba sucediendo exactamente o simplemente lo ignoró, lo cual es terrible”, expresó Calderón, generando una ola de repudio entre diversos sectores de la sociedad mexicana.
La realidad es que las tensiones entre el gobierno actual y el expresidente han llegado a un punto álgido, y la intervención de actores externos en la política mexicana sigue siendo un tema delicado que provoca reacciones enérgicas y divisivas entre los ciudadanos. Sin duda, el tono de estas declaraciones refleja la polarización política que caracteriza a la actual administración, así como el legado histórico de la relación entre México y sus vecinos del norte.
