En un giro inesperado, David Murcia Guzmán, conocido por ser el cerebro detrás de la polémica pirámide financiera DMG, ha adoptado un papel de líder espiritual en la prisión de La Picota, en Bogotá. Este cambio radical en su vida ha captado la atención de los medios y de otros internos, quienes lo han visto portando una Biblia y compartiendo mensajes de espiritualidad.
Transformaciones en el ambiente carcelario
La cárcel de La Tramacúa, en Valledupar, ha sido testigo de diversas transformaciones entre sus internos, muchos de los cuales son considerados de alta peligrosidad. Este penal, inaugurado en abril de 2000, se diseñó para aliviar el hacinamiento en otras cárceles de la región, albergando a alrededor de 1,600 internos. No es raro que, en un ambiente marcado por el calor extremo del departamento del César, algunos reclusos busquen consuelo en la religiosidad.
Un ejemplo notable es el de Luis Alfredo Garavito, uno de los violadores en serie más notorios de Colombia, quien se hizo pastor durante su estancia en La Tramacúa y falleció el 12 de octubre de 2023 a causa de un cáncer. Esta tendencia hacia la espiritualidad también ha tocado a otros internos, como Jesús Amado Sarria, exmiembro de la Policía, quien se unió al cristianismo durante su condena.
El legado de DMG y sus consecuencias
David Murcia Guzmán es emblemático en Colombia por liderar el DMG Grupo Holding S.A., una firma que operó un esquema de captación ilegal de dinero, prometiendo altas tasas de retorno a los inversores. En su apogeo, DMG tuvo más de 400,000 clientes y captó más de 2,000 millones de dólares entre 2007 y 2008. Sin embargo, la realidad detrás de este sistema fue un fraude monumental que dejó a miles de víctimas.
La captura de Murcia ocurrió en noviembre de 2008 en Panamá, después de que el esquema colapsara. Fue extraditado a Colombia, donde un juez lo condenó a 30 años y 8 meses de prisión por delitos relacionados con lavado de activos y captación ilegal de dinero. Sin embargo, en 2016, la Corte Suprema redujo su condena a 22 años y 10 meses.
El entorno carcelario ha permitido que figuras como Murcia busquen redención o un nuevo propósito en medio de sus condenas. En un contexto donde la espiritualidad puede ofrecer consuelo, resulta curioso ver cómo algunos de los criminales más notorios del país encuentran en la religión una forma de transformación personal.
