El 21 de septiembre se ha convertido en una fecha en la que en varios países de Latinoamérica se regalan flores amarillas, simbolizando esperanza y nuevos comienzos. Esta tradición no proviene de un origen oficial o religioso, sino que surge de la cultura popular, alimentada por el impacto de los medios de comunicación y las redes sociales.
El color amarillo está asociado con significados positivos, como la luz, la felicidad y el optimismo. Coincidiendo con la llegada de la primavera en el hemisferio sur y el equinoccio, esta fecha representa el renacer de la naturaleza, lo que refuerza la costumbre de obsequiar estas flores.
Los inicios de la tradición
Esta tendencia tiene sus raíces en una producción televisiva que marcó a una generación: Floricienta, una telenovela juvenil de 2004. En esta serie, la protagonista anhelaba recibir flores amarillas de su gran amor. Este gesto romántico, junto con la canción “Flores Amarillas”, se ha grabado en la memoria colectiva, trascendiendo más allá de la pantalla.
Con el crecimiento de las redes sociales, el concepto se viralizó y comenzó a cruzar fronteras. Cada 21 de septiembre, las plataformas digitales se llenan de publicaciones que celebran la tradición, compartiendo imágenes de ramos y mensajes que reavivan el sentido de esta costumbre.
Un gesto de amor y solidaridad
Hoy en día, miles de personas participan en esta celebración, ya sea con parejas, familiares o amigos, consolidando el acto como una práctica cultural contemporánea. Aunque originalmente el regalo de flores amarillas tenía un matiz romántico, su significado ha evolucionado. Muchas personas ahora las entregan como muestra de cariño, gratitud y buenos deseos.
Además, estas flores se han vinculado con el concepto de paz y solidaridad, dado que el 21 de septiembre también se conmemora el Día Internacional de la Paz. Esto añade un valor simbólico al gesto, ya que las flores amarillas no solo representan amor, sino también armonía, unión y esperanza colectiva.