El caso de Gastón Zárate, conocido como el “perejil” del caso Nora Dalmasso, ha tomado un giro inesperado tras ser acusado de homicidio en un nuevo incidente que involucra la muerte de Ezequiel Rubén Acuña Ustarroz. Este viernes, Zárate fue trasladado al penal de Río Cuarto, en Córdoba, luego de ser interrogado por la muerte del hombre con el que tuvo una acalorada discusión tras un partido de fútbol.
La víctima, de 37 años, falleció tras recibir un golpe con un hierro en la sien izquierda, un detalle que resalta la brutalidad del acto. Según el fiscal Javier Di Santo, Zárate enfrenta la acusación de homicidio simple. Este mismo fiscal había solicitado la detención de Zárate hace 18 años por el asesinato de Dalmasso, lo que agrega un trasfondo significativo a la situación actual.
Desarrollo de los Hechos
Durante la indagatoria, Zárate negó cualquier implicación en el crimen y optó por no declarar. Además, cambió su defensa oficial por el abogado José Gabriel Melano. Las fuentes del caso han indicado que Di Santo ha ordenado que Zárate se someta a pericias psicológicas y psiquiátricas, mientras la investigación avanza de manera hermética.
Los hechos ocurrieron en el complejo deportivo El Águila, ubicado en la calle Río Negro al 1600, donde Zárate había asistido con sus hijos adolescentes. La discusión que desencadenó la tragedia se intensificó fuera de las instalaciones. Curiosamente, fue la madre de Zárate quien, en declaraciones a la prensa, sugirió que su hijo actuó en un acto de legítima defensa, una afirmación que complica aún más la narrativa del caso.
Contexto Familiar y Testimonios
En diálogo con Eldoce, Beatriz, madre de la víctima, ofreció detalles sobre la relación entre su hijo y Zárate. Según ella, ambos se conocían del fútbol, donde Acuña Ustarroz iba ocasionalmente a jugar como una forma de distracción. La madre describió a su hijo como “una persona excelente”, que no se metía en problemas y que se dedicaba al estudio y al trabajo, añadiendo que estaba a punto de graduarse en ingeniería eléctrica.
Por el contrario, Beatriz caracterizó a Zárate como un individuo violento, mencionando que su hijo había comentado que el acusado “era muy carteludo” y que no respetaba a los demás. Esta diferencia de personalidades resalta las tensiones que pueden haber contribuido al desenlace fatal de esta historia.
A medida que la fiscalía continúa analizando las pruebas recopiladas, incluidos testimonios y grabaciones de cámaras de seguridad, no se descarta la posibilidad de que se considere la defensa de legítima defensa, aunque el carácter violento del crimen es un factor que no se puede ignorar. La comunidad de Río Cuarto observa con atención el desarrollo de este caso que, sin duda, reabre viejas heridas y preguntas sobre la justicia en un contexto tan complicado.
