La crisis en La Habana ha alcanzado niveles alarmantes, con ciudadanos que enfrentan graves carencias de servicios básicos como agua potable y electricidad. Zoila, madre de 44 años, expresa la indignación que recorre la capital cubana: “¿Hasta cuándo es esto? No podemos más”, señala tras más de 20 días sin agua corriente en su hogar, mientras la basura se acumula en las calles.
La situación es desesperante en Centro Habana y La Habana Vieja, donde cientos de familias comparten la misma realidad. “Llevamos 23 días sin agua. No hay solución”, continúa Zoila, quien prefiere no revelar su apellido por miedo a represalias. La falta de suministro ha llevado a algunos a recurrir a camiones cisterna, aunque una pipa de agua puede costar hasta 30,000 pesos cubanos (aproximadamente 250 dólares), un lujo inalcanzable para muchos.
Impacto de la crisis energética
Adolfo, otro vecino afectado, describe su lucha diaria: “Aquí el agua viene cada siete u ocho días normalmente. Tengo que esperar a que el vecino de abajo coja agua para llenar las cubetas y subirlas hasta un cuarto piso.” La realidad es que más de 248,000 personas en La Habana, más del 10% de la población, carecen de acceso a agua corriente, un problema que se agrava por los constantes apagones que pueden durar hasta 10 horas al día.
Desde hace más de cinco años, Cuba atraviesa una profunda crisis económica que ha contraído en un 11% su Producto Interno Bruto (PIB) y ha afectado severamente el poder adquisitivo de sus ciudadanos. Los apagones no solo interrumpen el bombeo de agua, sino que también dañan los equipos que deberían estar operando. “No es fácil”, comenta Adolfo, quien se ve obligado a realizar trabajos como plomero para complementar su pensión de 12 dólares al mes.
Protestas y acumulación de basura
La acumulación de basura se ha convertido en un foco de infecciones, lo que ha llevado incluso al Ministerio de Salud Pública a reconocer la gravedad de la situación. Las protestas por la falta de agua y servicios básicos han comenzado a surgir en varias zonas de La Habana, reflejando la frustración de los ciudadanos ante un sistema que parece desmoronarse.
Los habitantes de La Habana, como Zoila y Adolfo, viven en un ciclo interminable de crisis que combina la escasez de productos básicos, cortes eléctricos y un sistema de salud que no da abasto. La desesperanza se siente en cada rincón, y el llamado a una solución urgente se vuelve más apremiante con cada día que pasa.