Imagen de portada: Representación conceptual de la crisis institucional y corrupción en Venezuela.
Por Roland Denis
Criterios de análisis 1: la formación del Estado Mafioso, la República Bachaquera; Estado o Territorio
Comenzamos esta serie de tres artículos: “El Estado mafioso… El territorio roto… La estrategia de liberación en otra política de esta tierra de nadie”, en función de dar un aporte a la reconstrucción del pensamiento y movimiento de emancipación política en nuestro país.
La rueda del saqueo: el delito de producir
Estamos viviendo una crisis terminal e insolente del mismo modelo de saqueo que no ha cambiado en décadas, sustentado en la apropiación y fuga del capital rentario, tanto por capitales nacionales como transnacionales.
Esta fuga suma no menos de 500 mil millones de dólares en los últimos 35 años, dinero que nunca retorna en forma de inversión productiva o tecnología. Se trata de un robo sistemático sin parangón mundial.
En el Estado Mágico descrito por Fernando Coronil, la riqueza sale y no regresa. El modelo de control de cambio de los últimos 15 años solo institucionalizó el saqueo de las reservas del país.
Este esquema ha producido dos fenómenos terminales: el desfalco completo de los recursos públicos y la sobrexplotación de la clase trabajadora a través de la hiperinflación inducida.
Se configura una perversión del sistema en la cual el pueblo financia su propia ruina: desde el trabajador petrolero hasta el informal de la calle, con sueldos miserables, alimentan una rueda que termina en manos de saqueadores.
El aparato de Estado –jurídico, represivo, administrativo, militar, financiero– se ha adaptado para garantizar la reproducción eterna del saqueo, fortaleciendo los mecanismos mafiosos incluso dentro del movimiento sindical.
Generar, producir o compartir libremente es considerado un crimen económico. Esto afecta a colectivos organizados, productores independientes y pequeñas redes de propiedad.
Este sistema ha creado el caldo de cultivo para la delincuencia y las bandas criminales tanto fuera como dentro del aparato estatal. Las víctimas principales son los actores sociales productivos.
El aparato estatal no solo se vuelve represivo, sino que instala mecanismos paralelos de control social, incluso mediante la humillante “tarjeta de la patria”.
El hambre y el caos social como políticas de dominio
Se trata de un “stalinismo destructivo” que sabotea desde adentro al propio aparato estatal. Las consecuencias no son errores: el hambre, la miseria, la violencia y el deterioro de los servicios son una política de contención y control.
Este esquema apunta a destruir el poder popular, en especial sus segmentos más autogestionarios y luchadores. El hambre y la necesidad individualista rompen los lazos comunitarios.
Estamos frente a una estructura de poder mafiosa y contrarrevolucionaria que impone su ley por la fuerza, sustituyendo al “Estado de derecho” por una banda dominante.
El chavismo gubernamental se ha transformado en el agente político que garantiza el saqueo, disfrazado con una parafernalia “revolucionaria” que no representa ya más que ruinas de ideales socialistas.
Por su parte, la oposición ha cumplido un rol complementario: canalizar el descontento bajo una fachada “democratista” y “ciudadana”, sin tocar el fondo del modelo mafioso.
El enfrentamiento discursivo entre chavismo y oposición solo oculta su coincidencia estructural en mantener el modelo de saqueo. Mientras tanto, la indignación real se vuelca hoy contra los líderes de ambos bandos.
Del Estado liberal-oligárquico al estado mafioso
Sintetizamos así la tragedia del capitalismo rentista venezolano: pasamos de una “república corporativa-burocrática” a un orden mafioso consolidado.
Ejemplos como las tiendas PAC, casas de cambio fronterizas y la legalización del dólar paralelo son muestras claras de la “República Bachaquera”.
Este modelo, reforzado por décadas de errores y conquistas traicionadas, nos obliga a repensar la política: ¿vale la pena seguir disputando el control de una renta que no nos pertenece ni nos beneficia?
Debemos dejar de pelear por los productos codiciados (petróleo, renta, minería) y comenzar a liberar el territorio desde abajo. Solo así romperemos con décadas de sometimiento.
El “Estado Mafioso” no domina su territorio: está en fuga permanente. Esto abre la posibilidad de construir una nueva estrategia territorial de liberación.
Pasamos entonces al punto 2 de esta serie reflexiva, donde abordaremos las dinámicas internas de despotismo territorial y la formación del “territorio roto”.