Este viernes, el Papa León XIV aprobó la beatificación de once sacerdotes considerados “mártires” que fueron asesinados por el régimen nazi y la dictadura comunista de Checoslovaquia durante las décadas de 1940 y 1950. Entre los beatificados se encuentran nueve salesianos polacos, quienes perdieron la vida en los campos de concentración de Auschwitz y Dachau, así como dos sacerdotes diocesanos que fueron asesinados en el contexto del régimen comunista en la extinta Checoslovaquia.
A pesar de no estar involucrados en los conflictos de la época, estos sacerdotes polacos fueron arrestados únicamente por su condición de clérigos católicos, sufriendo el mismo odio que afectó a todo el clero polaco, que fue perseguido y vilipendiado, según un comunicado de Vatican News.
Los sacerdotes diocesanos Jan Bula y Václav Drbola, pertenecientes a la diócesis de Brno, fueron asesinados por “odio a la fe” y por su “celo pastoral”. Eran considerados una amenaza por el régimen comunista que tomó el poder en Checoslovaquia en 1948, el cual inició una persecución abierta contra la Iglesia católica.
Además, se emitieron decretos para la creación de cuatro nuevos venerables, que incluyen a una religiosa cisterciense española, un sacerdote dominico español, un sacerdote de Cerdeña y un fraile de Liguria. Entre los nuevos venerables españoles se encuentran María Evangelista Quintero Malfaz, nacida el 6 de enero de 1591 en Cigales, España, quien escribió sobre sus experiencias místicas, y José Merino Andrés, un predicador nacido en Madrid el 23 de abril de 1905.
En la Iglesia católica, el camino hacia la santidad consta de tres etapas: venerable, beato y santo. Para ser venerable, se requiere demostrar una vida de virtud y heroicidad. La beatificación, que reconoce a una persona como beato, requiere que se le atribuya un milagro. Para ser declarado santo, se debe reconocer un segundo milagro. En el caso de los mártires, pueden ser beatificados sin necesidad de un milagro.
Durante la Segunda Guerra Mundial y los años posteriores, la Iglesia católica fue objeto de una intensa persecución por parte de los regímenes nazis y comunistas en Europa del Este. En Polonia y Checoslovaquia, numerosos sacerdotes y religiosos fueron arrestados, deportados o ejecutados por mantener su fe y oponerse a las ideologías totalitarias de ambos sistemas.
Según el Centro de Estudios sobre el Holocausto de Polonia y los Archivos Vaticanos, más de mil 800 sacerdotes polacos perdieron la vida en los campos de concentración entre 1939 y 1945. Tras el golpe de Estado comunista de 1948, el nuevo régimen checoslovaco lanzó una dura campaña contra la Iglesia católica, buscando disminuir su influencia social y política.
Obispos y sacerdotes fueron encarcelados, monasterios confiscados y seminarios cerrados. De acuerdo con la Conferencia Episcopal Checa, más de 500 religiosos fueron juzgados por “actividades contrarrevolucionarias”, un término utilizado para silenciar voces críticas al gobierno. Los sacerdotes Jan Bula y Václav Drbola son recordados como símbolos de la resistencia espiritual en esa época.
La información se complementa con datos de AFP.































































