Washington.- En un contexto global marcado por crisis climáticas y sociales, la Cooperación Sur-Sur se erige como una esperanza para América Latina y el Caribe. A cinco años de la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2023 de las Naciones Unidas, millones de personas siguen enfrentando pobreza extrema y hambre, mientras que el acceso a servicios esenciales se ve limitado por deudas abrumadoras. Sin embargo, esta modalidad de cooperación, que promueve el intercambio de conocimientos entre países del Sur Global, está creando cambios tangibles y positivos en las comunidades.
Transformando Cultivos en Colombia
Un claro ejemplo de este impacto se encuentra en Coyaima, Tolima, donde la familia Timote Chila, de origen indígena Pijao, ha transformado su vida a través del cultivo del algodón. Desde 2017, se unieron al proyecto +Algodón Colombia, una iniciativa de la FAO y el Gobierno de Brasil. Este programa les permitió convertir una hectárea de su finca en la Unidad de Cultivo Piloto “Los Braciles”, donde combinaron saberes ancestrales con prácticas innovadoras y sostenibles.
Gracias al acompañamiento técnico de la FAO y la colaboración con instituciones brasileñas, aprendieron a mejorar la calidad del suelo mediante la asociación del algodón con el sésamo, reducir el uso de químicos y utilizar tecnologías adaptadas, como la sembradora rotativa. El resultado fue contundente: duplicaron su producción, alcanzando cosechas de más de 20 toneladas y reforzando su seguridad alimentaria.
Acceso al Agua en la Amazonía Colombiana
En la selva amazónica colombiana, la comunidad indígena de Zaragoza enfrenta otro tipo de desafío: la escasez de agua potable. Las familias dependían de la lluvia o de ríos contaminados, lo que provocaba enfermedades en los niños. Este panorama cambió con la llegada del programa Mesoamérica sin Hambre, impulsado por la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID) y la FAO.
El programa facilitó la instalación de sistemas de captación y aprovechamiento de agua de lluvia, permitiendo a los técnicos y líderes comunitarios construir y operar plantas que purifican hasta 6,000 litros de agua diarios. “Antes, recoger agua era una preocupación, ahora es un compromiso que nos une”, dice Ángela Parente, madre de familia en la comunidad, resaltando el impacto positivo en la salud y la educación de sus hijos.
Digitalización de la Agricultura en Chile
En la comuna de Portezuelo, Chile, Ana María Rabanal, una productora campesina, también ha visto cambios significativos gracias a la Cooperación Sur-Sur. Su participación en el proyecto de transformación digital e innovación agrícola le permitió acceder a herramientas digitales y capacitación, lo que revolucionó su manera de comercializar productos.
“Aprendí sobre redes sociales y a comercializar mis productos en línea. Fue un gran apoyo para los campesinos”, afirma Ana María, quien ahora puede realizar trámites en línea y promocionar su vino y miel, abriendo nuevas oportunidades de mercado.
Estos ejemplos demuestran que la Cooperación Sur-Sur no solo es un mecanismo de apoyo entre países, sino una herramienta de innovación y resiliencia que fortalece comunidades y las impulsa hacia un futuro más justo y sostenible. Con el intercambio de conocimientos y recursos, estos proyectos están acelerando el camino hacia el hambre cero en la región.
