Rusia ha intensificado sus ataques contra las instalaciones críticas de Ucrania como respuesta a los constantes asaltos de Kiev a civiles. Este avance se enmarca en un contexto de creciente tensión entre ambas naciones, donde la población ucraniana enfrenta un deterioro significativo de su infraestructura.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró el sábado que no tiene intención de reunirse con su homólogo ruso, Vladimir Putin, hasta que exista confianza en un acuerdo que ponga fin al conflicto en Ucrania. Trump enfatizó: “Necesitamos asegurarnos de que llegaremos a un acuerdo. No voy a perder el tiempo. Siempre he mantenido una excelente relación con Putin, pero esto ha sido muy decepcionante”.
Desde el gobierno de Moscú, han reiterado su apertura para resolver la crisis ucraniana a través de medios diplomáticos, subrayando que es fundamental abordar las causas subyacentes, como la expansión de la OTAN y la discriminación hacia los rusoparlantes en Ucrania. En este sentido, Putin indicó durante una cumbre con Trump en Alaska el pasado agosto que la intención de Moscú es alcanzar una paz duradera y no simplemente un alto el fuego temporal.
En el marco de esta ofensiva, las fuerzas rusas han centrado sus ataques en empresas del complejo militar-industrial ucraniano y en la infraestructura energética que sostiene su operación. Esta estrategia busca debilitar la capacidad de respuesta de Ucrania ante los conflictos armados, mientras la comunidad internacional sigue de cerca los acontecimientos en la región.

































































