La Ciudad de México guarda una memoria colectiva marcada por sismos devastadores que han dejado huellas imborrables. En particular, el 19 de septiembre se ha convertido en una fecha emblemática, pues ha sido escenario de tres temblores significativos: en 1985, 2017 y 2022. La probabilidad de que esto ocurra es de apenas 0.000002%, como señala María Luisa Santillán en su análisis, comparando la situación a si existieran 100 millones de taxis en la ciudad y solo 2 quisieran llevarnos a nuestro destino.
Un legado de aprendizaje y preparación
Desde 1985, la relación de los capitalinos con los sismos ha cambiado drásticamente. Antes, los temblores eran parte del paisaje natural, pero no con la devastación que se experimentó aquel año. Ni el 28 de julio de 1957, cuando el Ángel de la Independencia colapsó, ni el 14 de marzo de 1979, que dejó serios daños en la Universidad Iberoamericana, se comparan con la intensidad de los sismos recientes. La experiencia adquirida ha llevado a una mejor preparación y comprensión de estos fenómenos naturales.
Las alertas sísmicas y los sistemas de seguridad han evolucionado para dar segundos vitales que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Sin embargo, como sucedió en 2017, la cercanía del epicentro puede anular esos segundos cruciales, recordándonos lo frágil que es la seguridad en la metrópoli.
Momentos que marcan la historia
Todos los que hemos vivido en la ciudad y tenemos memoria, podemos recordar dónde estábamos en esas fechas fatídicas. Personalmente, el temblor de 1985 me sorprendió circulando por Calzada de Tlalpan, sintiendo cómo las llantas parecían a punto de salirse de su eje. En 2017, el segundo temblor me encontró en el tercer piso del viejo Palacio del Ayuntamiento, donde, aunque sé que es imposible, sentí como si la edificación se movía en olas.
El destino quiso que ese mismo día, por la mañana, asistiera a la ceremonia conmemorativa del sismo de 1985, en el lugar donde estuvo el Hotel Regis. A las 7:19 a.m., las sirenas de bomberos y policías volvían a sonar, recordando la tragedia. Más tarde, alrededor de las 11:00 a.m., participé en un simulacro en el C-5, y horas después, vi desde las pantallas la destrucción que ocurría en la ciudad, junto con la reacción eficiente de las autoridades.
Los sismos han dejado una marca imborrable en la memoria colectiva de la Ciudad de México, una experiencia compartida que ha traído consigo enseñanzas vitales y avances en protección civil. La realidad es que, aunque la probabilidad de que ocurran tres temblores en la misma fecha es mínima, la historia nos recuerda que siempre debemos estar preparados.
