El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decidido tomar una medida sorprendente al firmar una orden ejecutiva que renombra al Departamento de Defensa como Departamento de Guerra, recuperando así su denominación original que existió antes de la Segunda Guerra Mundial. Durante su anuncio en el Despacho Oval, Trump argumentó que “es un nombre mucho más apropiado a la vista de cómo está el mundo ahora mismo”.
Un regreso a la historia
La orden no solo restituye el nombre con el que George Washington estableció esta dependencia en 1789, sino que también autoriza al titular del nuevo departamento, Pete Hegseth, y a los funcionarios subordinados a utilizar los títulos de Secretario y Subsecretarios de Guerra en toda la correspondencia oficial y en comunicaciones públicas. Este cambio busca resaltar un enfoque más militarista ante las tensiones globales actuales.
Más cambios en el horizonte
Además de este controvertido cambio de nombre, el documento firmado por Trump contempla la realización de un desfile militar en el centro de Washington DC, algo que recuerda las ostentosas exhibiciones de poder que caracterizaron a otros periodos de la historia militar estadounidense. También se prevé la restauración de los nombres originales de bases militares que fueron modificados en 2020 como parte de las protestas por motivos raciales, buscando así una conexión más profunda con la historia militar del país.
El Departamento de Guerra fue la primera entidad encargada de la defensa nacional en Estados Unidos hasta que en 1947 se reorganizó y se convirtió en el actual Departamento de Defensa. Con esta decisión, la administración de Trump no solo busca rescatar una tradición, sino también proyectar una nueva narrativa de poder militar en el escenario internacional, en un momento en que las relaciones exteriores de Estados Unidos son más complejas que nunca.
Sin duda, esta medida generará un debate considerable no solo dentro de Estados Unidos, sino también en el ámbito internacional, ya que el regreso a un nombre con connotaciones bélicas podría influir en la percepción global de la política exterior estadounidense. La realidad es que el mundo observa atentamente los movimientos de una administración que no tiene miedo de romper con las convenciones establecidas.