El presidente chino, Xi Jinping, inauguró un imponente desfile militar en Pekín por el 80o aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, en presencia de los líderes de Rusia y Corea del Norte, Vladimir Putin y Kim Jong-un, respectivamente. Este evento no solo celebra una efeméride histórica, sino que también sirve como una demostración del poderío militar de China ante el mundo.
Un desfile con mensaje político
El desfile se lleva a cabo tras la reciente cumbre de la Organización Mundial de Shanghái (OCS), donde Pekín lanzó un contundente mensaje que cuestiona la hegemonía occidental y aboga por un mundo multipolar, especialmente relevante en el contexto de las incertidumbres que surgieron luego de la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. En este marco, Xi recibió los aplausos de los asistentes en la icónica Plaza de Tiananmen, un lugar cargado de simbolismo en la historia de China.
A lo largo del desfile, se espera que el presidente chino pase revista a las tropas del Ejército Popular de Liberación (EPL), que en los últimos años ha enfrentado varios escándalos de corrupción, incluyendo la purga de dos ministros de Defensa, lo que añade un contexto complejo a la ostentación de su fuerza militar. Esta celebración no solo es un evento militar, sino también un claro mensaje de unidad entre estas potencias, en un momento en que la geopolítica global se encuentra en un estado de constante cambio.
Implicaciones para el futuro
La importancia de este desfile militar trasciende lo simbólico; refleja las aspiraciones de China de reafirmar su posición en el escenario global y enfrentar las dinámicas de poder que han sido desafiadas en los últimos años. La presencia de líderes como Putin y Kim Jong-un muestra una clara intención de consolidar alianzas estratégicas en un momento en que el mundo observa con atención los movimientos de estas naciones, que buscan redefinir sus roles en la política internacional.
Así, el desfile en Pekín no solo conmemora una fecha histórica, sino que también marca un nuevo capítulo en la narrativa de poder global, donde China busca posicionarse como un jugador clave en un mundo en constante evolución.
