La decisión de iniciar terapia a menudo se ve empañada por miedos invisibles que nos paralizan. Muchos saben que necesitan un cambio en su vida, pero esos temores pueden ser más poderosos que las ganas de mejorar. Carlos, psicólogo, nos ofrece una perspectiva sobre estos miedos y cómo enfrentarlos.
El miedo a abrirse
Desde pequeños, aprendemos a protegernos de los desconocidos y a no mostrar vulnerabilidad, lo que hace inevitable sentir miedo al abrirnos en un espacio seguro. En terapia, el terapeuta está entrenado para ofrecer un espacio ético donde el riesgo es calculado. Iniciar con temas cotidianos puede ser un buen primer paso; si sientes miedo, eso podría indicar que este proceso es significativo para ti.
El temor al juicio
Frases como “eso es cosa de locos” o “los hombres no lloran” han moldeado nuestra percepción de la vulnerabilidad. Ir a terapia no significa estar “mal”, sino tener la disposición de mejorar, similar a cuidar de nuestro corazón antes de un infarto. Reformular estos pensamientos puede ayudar a ver la terapia como un acto de valentía.
El miedo al fracaso puede ser abrumador; muchos evitan intentarlo para no confirmar lo que temen: que no hay salida. Cambiar la pregunta a “¿qué pasaría si no hago nada?” puede ser revelador, ya que la inacción también tiene un costo, a menudo mayor que el esfuerzo de buscar ayuda.
La inversión en ti
La terapia, aunque requiere recursos, es una inversión que puede generar cambios significativos en diversas áreas de tu vida. La salud emocional impacta en tus relaciones y decisiones. Considera opciones accesibles como clínicas universitarias o programas de gobierno que te permitan comenzar este proceso.
El miedo a lo que podrías descubrir en terapia es comprensible, ya que enfrentar lo que evitaste durante años puede ser incómodo. Sin embargo, lo que temes a menudo crece si no lo enfrentas. Tu terapeuta estará contigo, ayudando a mantener un ritmo sostenible.
La pregunta del millón es: ¿cuándo es el momento adecuado para empezar terapia? La realidad es que rara vez sentirás que es “el momento perfecto”. Si esperas a no tener miedo, es probable que nunca lo hagas. Avanzar a pesar del miedo es el primer paso hacia una vida con más opciones y respuestas.
Iniciar terapia no es sencillo, pero las experiencias que más valoramos en la vida, como aprender a manejar o tener una relación, también llevaron su carga de miedo. Cada caso es único; no hay una fórmula mágica. Con acompañamiento y paciencia, esos miedos pueden transformarse en señales que indican hacia dónde quieres caminar.
La próxima vez que reflexiones sobre la terapia y el miedo surja, recuerda: sentirlo no significa que no estés listo, sino que estás ante una oportunidad valiosa para cambiar. Te espero la próxima semana y recuerda, puedo estar equivocado.