Ciudad de México, 19 de septiembre de 2025.- El 19 de septiembre de 2017 marcó una nueva herida para quienes habían vivido el sismo de 1985. Francia Gutierrez, que se encontraba fuera de la ciudad, recibió una llamada que transformó su percepción del Multifamiliar Tlalpan, el hogar de su infancia. La devastadora noticia de que el edificio 1C, que había resistido en 1985, se había colapsado, dejó a muchos sin palabras.
En San Ángel, Israel Ballesteros vivía un día normal hasta que la tierra comenzó a temblar. Aunque su zona no sufrió daños visibles, la incertidumbre lo invadió. Tras horas sin poder comunicarse, finalmente se enteró del colapso en el multifamiliar. Al regresar, se encontró con un panorama desolador: el polvo aún se elevaba y los residentes empezaban a remover los escombros.
La tragedia del 1C no solo dejó a muchas familias sin hogar, sino que también dio inicio a una prolongada lucha por la recuperación de otros edificios que, aunque no colapsaron, sufrieron daños significativos. La comunidad se organizó, pues entendieron que las autoridades no tomarían la iniciativa para ayudarles. La explanada del multifamiliar se convirtió en un punto de encuentro, donde se celebraban asambleas constantemente.
De estas reuniones surgió el movimiento “Damnificados Unidos de la Ciudad de México”, que logró unir a diversas comunidades afectadas. A través de marchas y protestas, enfatizaron que un hogar seguro es un derecho, no un favor. La comunidad enfrentó numerosos obstáculos, incluidos intentos para cobrar la reconstrucción como si fuera un trámite ordinario. Sin embargo, cada desafío fortalecía su determinación de no rendirse.
Israel Ballesteros expresó que el gobierno no ofrecía apoyos extraordinarios, sino que cumplía con sus responsabilidades. Esta convicción mantuvo unida a la comunidad en su búsqueda de justicia. “No se dejaba de nadie”, subrayó Israel, recordando el fuerte sentido de pertenencia y la historia de lucha que existía en el multifamiliar.
La memoria colectiva se convirtió en una fuente de fortaleza para enfrentar la adversidad. A pesar de la angustia, muchos afirmaban con valentía que no regresarían a casa sin haber luchado por lo que era suyo. Francia Gutierrez añadió que la solidaridad se manifestaba a través de la paciencia y empatía, vitales durante las movilizaciones y el proceso de reconstrucción.
La comunidad no solo se enfrentó a las dificultades administrativas, sino que también experimentó una notable solidaridad. Desde el primer día, muchas personas acudieron al multifamiliar con recursos para ayudar a los damnificados, transformando espacios como la explanada y el parque en campamentos de apoyo.
Pier Puebla asumió la responsabilidad de coordinar la preparación de alimentos comunitarios, creando un sentido de unión vital. “Se pidió que hubiera un comedor en el parque para todos los que estábamos aquí”, relató Pier, quien también destacó cómo la comunidad se organizó para ofrecer actividades a los niños, brindando un respiro en medio del caos.
A pesar del regreso a sus departamentos, la comunidad aún enfrenta desafíos. La entrega de enseres y materiales a precios inflados dejó un mal sabor, y las tensiones en el edificio 1C reflejan la dificultad de algunos residentes para asumir responsabilidades en la reconstrucción, provocando divisiones que persisten.
La lucha del Multifamiliar Tlalpan no solo simboliza la resistencia ante la tragedia, sino también la capacidad de una comunidad para unirse y transformar su dolor en una causa colectiva.































































