El coordinador de Morena en el Senado, Adán Augusto López, se encuentra en medio de un torbellino de acusaciones recientes que han puesto en entredicho su posición política. Entre estas acusaciones destaca la falta de declaración de 79 millones de pesos. Además, su exsecretario de Seguridad está actualmente encarcelado, acusado de liderar el grupo criminal conocido como La Barredora. A esto se suman audios filtrados que supuestamente lo muestran insultando a la presidenta Claudia Sheinbaum junto a la senadora Andrea Chávez. Esta situación ha convertido a López en un lastre político no solo para la mandataria, sino también para el movimiento que dice representar.
La pregunta que surge es por qué Adán Augusto López ha decidido mantener una confrontación soterrada con la figura más influyente de su partido y del país. La acumulación de errores de juicio lo coloca en una posición que, en administraciones anteriores, sería considerada inaceptable. Esto no solo afecta a la presidenta Sheinbaum y al proyecto de la Cuarta Transformación (4T), sino que también compromete al expresidente Andrés Manuel López Obrador. En última instancia, esta actitud podría llevar a López a convertirse en una caricatura del poder.
La presidenta Sheinbaum ha exigido públicamente que López aclare el origen de los 79 millones de pesos. Si bien López ha admitido que recibió ingresos de empresas que obtuvieron contratos durante su mandato como gobernador de Tabasco, su explicación ha generado más dudas que certezas. La ciudadanía merece conocer la procedencia de cada peso, especialmente considerando que algunas de estas empresas están marcadas como fantasmas por el SAT.
Para recuperar su credibilidad, Adán Augusto debería abrir sus registros financieros, contratar una auditoría independiente y hacer públicos los resultados. La falta de transparencia solo alimenta la sospecha. En política, cuando insistes en que no hay fuego a pesar del humo, eventualmente te quemas. Además, su defensa sobre la designación de Hernán Bermúdez como secretario, afirmando que “dio resultados en su momento”, se considera una postura políticamente suicida, especialmente ante la existencia de grabaciones que demuestran conversaciones sobre acuerdos no oficiales.
Las filtraciones mencionadas por el periodista Raymundo Riva Palacio revelan que López y Chávez se referían a Sheinbaum de manera despectiva. Riva Palacio compara la actitud de López con la de un “monarca sin corona”, tratando de imponer su voluntad y controlar a otros. Al enfrentarse a la demanda de rendición de cuentas, López a menudo recurre a la teoría de conspiraciones, alegando ser víctima de campañas conservadoras o de los medios.
Voces cercanas a la presidencia han comenzado a solicitar su salida del Senado, argumentando que su comportamiento representa un costo político para Sheinbaum y la 4T, aunque todavía cuenta con el respaldo de López Obrador. Sin embargo, este escudo no es eterno. Una opción prudente sería que solicitara una licencia temporal de la coordinación de Morena, lo que le permitiría aclarar su situación y colaborar con las investigaciones sin renunciar de forma permanente.
Es lamentable que Adán Augusto López posea una capacidad política comprobada, pero la soberbia puede ser un veneno que corroe desde adentro. La arrogancia en la política es un error que puede resultar costoso. Puede ser recordado como el político que se creyó intocable y cayó por su propia prepotencia, o como aquel que tuvo la sensatez de reconocer sus errores y contribuir constructivamente a la transformación del país. La decisión está en sus manos, pero el tiempo se agota. Su margen de maniobra se reduce, y ni el apoyo de AMLO ni la paciencia institucional son infinitos. Para dejar de ser un obstáculo para Sheinbaum y López Obrador, primero debe dejar de serlo para sí mismo. La historia política mexicana está llena de figuras que se creyeron inmunes al escrutinio, y ninguna terminó bien. Adán Augusto aún tiene la oportunidad de reescribir su historia, pero debe comenzar de inmediato.