Las elecciones intermedias en Buenos Aires han dado un giro inesperado, con Axel Kicillof emergiendo como el gran vencedor en un contexto de crisis para la oposición y el peronismo. La contienda, que tradicionalmente se consideraba de poca relevancia, se transformó en un plebiscito que no solo impactó en la provincia, sino que también resuena en la política nacional.
La Centralidad de la Elección
La elección para la renovación de la legislatura bonaerense y los concejos deliberantes, que antes pasaba desapercibida, cobró una centralidad insospechada. Esto se debió, en gran medida, a la figura de Javier Milei, quien, al ser el presidente en funciones, elevó el perfil de la contienda. La desconexión entre esta elección y las elecciones nacionales, algo inédito en los últimos veinte años, permitió que el debate se centrara en cuestiones locales, convirtiendo la votación en un referéndum sobre su gestión.
Sin embargo, el optimismo inicial del oficialismo se desvaneció rápidamente. En lugar de la esperada “libertad que arrasa”, la estrategia electoral se vio empañada por un “empate técnico”, un eufemismo que trataba de encubrir lo que muchos interpretaron como una “derrota digna”. En este sentido, la debilidad del gobierno quedó en evidencia, no solo por las tensiones internas en sus filas, sino también por los escándalos de corrupción que han sacudido su legitimidad.
Un Cambio de Viento para Kicillof
Kicillof, a pesar de las críticas que ha enfrentado, logró capitalizar la desorganización de la oposición. Su decisión de desdoblar el calendario electoral, rompiendo con más de dos décadas de tradición, le permitió posicionarse como un líder independiente y desafiar a Cristina Fernández de Kirchner, quien ha visto disminuir su influencia en el panorama político.
La victoria de Kicillof no solo lo fortalece a él, sino que también plantea interrogantes sobre el futuro del kirchnerismo y el liderazgo de La Cámpora, que se mostró reticente a apoyar a un candidato fuerte en esta elección. Esta situación pone a Kicillof en una posición de ventaja, al ser visto como el principal contendiente en las elecciones presidenciales de 2027.
La participación electoral, aunque por debajo del promedio con un 63%, no reflejó la caída abrupta que se vio en otras provincias. Esto indica que, a pesar de todo, el interés por la política sigue vivo en Buenos Aires. La contienda, que se pensó como un mero trámite, se convirtió en una batalla crucial que seguramente influirá en la gestión gubernamental y en el clima político de cara al futuro.
En conclusión, el triunfo de Kicillof no solo es un éxito personal, sino también un reflejo de la fragilidad del gobierno de Milei. A medida que la incertidumbre económica y política persiste, esta elección podría marcar un punto de inflexión en la historia política argentina, donde Kicillof se perfila como un actor clave en el escenario de los próximos años.
