La reciente designación de Genaro Lozano como embajador en Italia ha desatado un torrente de críticas por su falta de experiencia y profesionalismo, reflejando una tendencia preocupante en los nombramientos realizados por Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo. Este acto, considerado por muchos como un acto de deshonestidad a carta cabal, reitera el desprecio por el Servicio Exterior Mexicano, que desde el gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido sistemáticamente menospreciado.
Un patrón de designaciones cuestionables
Desde que asumió el poder, López Obrador ha seguido el ejemplo de su antecesor, nombrando a personas sin el perfil adecuado para cargos sensibles. Marcelo Ebrard Casaubon, quien ocupó la Secretaría de Relaciones Exteriores, es un claro ejemplo de esta falta de criterio, dejando en ridículo a la diplomacia mexicana durante su mandato. Ahora, Juan Ramón de la Fuente, su sucesor, parece seguir la misma senda, generando más dudas que soluciones.
La elección de Lozano, un politólogo sin experiencia diplomática, ha sido justificada por Sheinbaum, quien argumentó que “nos ayudó de muchas maneras”. Sin embargo, esta afirmación resulta irónica ante la escasez de resultados positivos que los ciudadanos esperan de su gobierno. La ratificación de Lozano en la Comisión Permanente del Congreso, a pesar de las severas críticas, subraya una preocupante falta de rendición de cuentas.
El impacto en la política mexicana
La realidad es que uno de cada tres embajadores en México son nombrados por razones políticas, lo que pone en entredicho la integridad del proceso diplomático. La designación de Genaro Lozano no solo representa un nuevo golpe al prestigio del Servicio Exterior Mexicano, sino que también revela el cinismo de un gobierno que se dice diferente, pero que actúa de manera similar a los anteriores.
Es lamentable observar cómo los principios de “austeridad republicana” y “pobreza franciscana” se convierten en meras frases vacías, mientras los escándalos de corrupción y abuso de poder continúan siendo el pan de cada día. Por ejemplo, la declaración patrimonial del secretario de Educación, Mario Delgado, muestra irregularidades que no deberían pasar desapercibidas.
El Instituto Nacional Electoral (INE) también ha sido objeto de críticas por su inacción frente a las irregularidades de financiamiento político. La percepción de impunidad se ha intensificado, dejando a muchos mexicanos con una sensación de desconfianza hacia sus instituciones. La ambición desmedida de ciertos funcionarios parece superar cualquier sentido de ética o responsabilidad.
Mientras tanto, la población, que supera los 130 millones, observa con preocupación cómo se desmoronan los ideales de un gobierno que prometió cambiar el rumbo del país. La sensación de que la izquierda mexicana ha pasado de ser una esperanza a convertirse en un nuevo tipo de opresión es cada vez más palpable.
En conclusión, la designación de Genaro Lozano como embajador en Italia es un reflejo de una administración que prioriza la lealtad política sobre la competencia y el profesionalismo. Es vital que los ciudadanos mantengan la vigilancia sobre estos nombramientos y exijan un cambio real, no solo en el discurso, sino también en la práctica.