La filósofa italiana Matilde Orlando ha causado revuelo en redes sociales al explorar el significado profundo de términos cotidianos en Colombia, como ‘mami’, ‘papi’, ‘mamacita’ y ‘papacito’. Desde su cuenta de Instagram @filoparchar, Matilde comparte su visión única sobre cómo el lenguaje refleja las relaciones y complejidades de la vida diaria en este país sudamericano.
Un choque cultural inesperado
“Cuando llegué a Colombia, me asombré de algo tan cotidiano como la manera en la que la gente se habla entre sí”, confiesa Matilde, quien vive en Bogotá junto a su esposo y su bebé. Su curiosidad por los “colombianismos” la llevó a cuestionar el uso de estos términos: “Nunca pensé que terminaría explicando existencialismo con la palabra ‘mami’, pero a veces la vida y la lengua te lo piden”, expresa en uno de sus videos.
La fascinación de Matilde por el lenguaje se desató al darse cuenta de que en Colombia, todos son “mami” o “papi”. “Me parecía gracioso, hasta que empecé a ver—como filósofa—todo el trasfondo que hay ahí: son palabras diminutas, pero llenas de enorme complejidad”, señala. Un simple “gracias, mami” disparó su interés por entender el significado de estos términos que parecen triviales, pero encierra significados profundos.
Filosofía en el día a día
Matilde reflexiona: “Las palabras hacen mundos”. Para ella, los términos como ‘mamacita’ y ‘papacito’ son “pequeños ensayos de filosofía cotidiana”. Cada vez que alguien la llama “mami”, recuerda las teorías de Simone de Beauvoir: “Te transforman en madre, en objeto de deseo, en figura de poder, según cómo se pronuncie ese ‘mami’”.
En su análisis, observa que en Colombia, ‘papi’ puede referirse a un niño, un jefe o un amigo, lo que ella considera un “delirio semántico”. Al mismo tiempo, invita a reflexionar sobre el uso de estos términos: “Muchas mujeres sienten incomodidad cuando las llaman ‘mamacita’ en la calle. No es solo un tema moral, es una cuestión filosófica: ¿quién puede nombrar a quién, y con qué intención?”
Matilde plantea que el lenguaje puede ser tanto caricia como invasión, una idea que se alinea con la teoría feminista de la alteridad. “Nombrar al otro desde un lugar de poder es disputar límites”, enfatiza, subrayando la importancia de un uso consciente del lenguaje.
Su enfoque pedagógico incluye el humor como una herramienta clave: “La gente aprende cuando se divierte y se identifica. Si uso ejemplos de la esquina, del panadero o del bus, nadie puede decir que la filosofía es aburrida o difícil”, comenta. Su objetivo es hacer accesible la filosofía, mostrando que no es necesario leer a Kant para entender el poder detrás de un simple ‘papi’.
El impacto de su trabajo ha sido inmediato. “El primer video era solo para mis amigos. De repente, gente de toda Latinoamérica me escribía, compartiendo historias con los ‘colombianismos’ y sus ecos filosóficos”, cuenta. Sus seguidores aprecian esta nueva perspectiva sobre la vida cotidiana y agradecen su ayuda para perder el miedo a la filosofía.
Matilde concluye con una invitación: “Quiero que cualquiera, incluso el que nunca leyó filosofía, pueda preguntarse: ‘¿Qué estoy diciendo cuando digo ‘papi’?, ¿qué mundo estoy creando al nombrar así al otro?’”. Para ella, el verdadero poder radica en dar sentido y profundidad a cada palabra, pues “si un solo video logra que alguien se asombre ante lo más obvio, siento que cumplí mi misión”.