La acromegalia es una enfermedad poco común que se presenta en 3 a 4 casos por millón de habitantes anualmente. Su diagnóstico temprano resulta crucial para optimizar la calidad de vida y el pronóstico de quienes la padecen. Conocer sus síntomas es esencial, según la doctora Concepción Blanco, coordinadora del comité de tumores endocrinos del Hospital Universitario Príncipe de Asturias.
Esta enfermedad es provocada por una secreción excesiva de la hormona de crecimiento, la cual en el 95% de los casos se debe a un tumor benigno en la hipófisis, una glándula ubicada en el cráneo. El diagnóstico suele demorarse, con un intervalo medio de ocho años desde la aparición de los primeros síntomas hasta la confirmación de la enfermedad. Como resultado, el 75% de los pacientes presentan un macroadenoma hipofisario al momento del diagnóstico, lo que puede complicar las posibilidades de tratamiento quirúrgico.
Los síntomas de la acromegalia incluyen cambios físicos notables, así como un aumento en el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes e hipertensión arterial. Además, el exceso de hormona de crecimiento puede afectar el corazón, convirtiendo las enfermedades cardiovasculares en la principal causa de muerte entre estos pacientes. También se ha observado que quienes padecen esta enfermedad tienen un mayor riesgo de cáncer, especialmente de colon.
El diagnóstico es a menudo complejo, ya que los síntomas pueden llevar a los pacientes a consultar a distintos especialistas. Por ello, es vital que los profesionales de la salud estén informados sobre los signos de acromegalia para poder derivar a los pacientes a un endocrinólogo. Un aumento en los niveles de IGF-1 puede confirmar el diagnóstico, y se recomienda realizar una resonancia magnética de la hipófisis, dado que un tumor hipofisario está presente en más del 95% de los casos.
El tratamiento inicial suele ser la cirugía, que busca extirpar el adenoma a través de la nariz, utilizando la técnica transesfenoidal. Esta intervención no solo elimina el tumor, sino que también mejora la efectividad de los medicamentos utilizados posteriormente. En ocasiones, la cirugía no es suficiente y se recurre a fármacos, como los análogos de somatostatina, que se administran mensualmente y ayudan a reducir tanto la secreción de la hormona de crecimiento como el tamaño del tumor.
Para los casos más complejos, donde la enfermedad persiste a pesar del tratamiento quirúrgico y farmacológico, se está utilizando la radioterapia estereotáctica fraccionada y la radiosirugía. Estas técnicas son efectivas para actuar sobre los restos tumorales, minimizando la exposición a la radiación de la hipófisis sana y tejidos adyacentes.
Es fundamental tratar a cada paciente de forma individual y discutir las opciones en un comité multidisciplinario que incluya a todos los profesionales involucrados en su atención.