El dolor crónico no oncológico afecta a millones de personas en México, impactando su calidad de vida y llevando a muchos a depender de medicamentos opioides. Sin embargo, el uso excesivo de estos fármacos ha generado una situación alarmante: la dependencia y, en algunos casos, un empeoramiento del dolor. Es imperativo buscar alternativas eficaces que no solo alivien el sufrimiento, sino que también promuevan un enfoque integral en el tratamiento.
La realidad del uso de opioides
En las últimas décadas, el uso de opioides se ha disparado en México, incluso en situaciones donde existen otras opciones más seguras. Esto es preocupante, ya que muchos pacientes inician con una receta para aliviar su dolor y, con el tiempo, terminan dependiendo de un medicamento del que es difícil desprenderse. Según datos de la Secretaría de Salud, se ha observado un aumento del 30% en la prescripción de opioides en los últimos cinco años, lo que subraya la necesidad de una revisión crítica de su uso.
Por esta razón, los profesionales de la salud están promoviendo la “deprescripción”, un proceso que consiste en la retirada controlada y gradual de los opioides cuando ya no son necesarios. Este enfoque debe ser individualizado y supervisado por un equipo médico, ya que pueden presentarse síntomas de abstinencia o un aumento inicial del dolor. Con el enfoque adecuado, es posible reducir o eliminar el uso de opioides sin sacrificar la calidad de vida del paciente.
Alternativas efectivas al tratamiento
Existen múltiples alternativas eficaces para el manejo del dolor crónico sin recurrir a opioides. La combinación de tratamientos farmacológicos y no farmacológicos puede ofrecer resultados significativos. Medicamentos como antiinflamatorios, antidepresivos y antiepilépticos son opciones válidas, dependiendo del tipo de dolor que presente el paciente. Sin embargo, hay más allá de las pastillas.
Las terapias como la fisioterapia, el ejercicio adaptado, la terapia psicológica, el mindfulness, la acupuntura y la musicoterapia han demostrado ser muy efectivas. Estas opciones no solo ayudan a aliviar el dolor, sino que también mejoran el estado emocional, el sueño y la funcionalidad general del paciente. En este sentido, la figura de la enfermería es clave, ya que estos profesionales están en contacto directo con los pacientes y pueden detectar a tiempo signos de dependencia y efectos secundarios.
El papel de los enfermeros y enfermeras también incluye la educación sanitaria y el acompañamiento emocional, promoviendo tratamientos más humanos, eficaces y sostenibles. Este enfoque integral busca dar visibilidad a la realidad del uso excesivo de opioides en personas con dolor crónico, resaltando la necesidad urgente de optar por alternativas que mejoren la calidad de vida de los pacientes sin caer en la dependencia.
En conclusión, el objetivo no es simplemente eliminar el dolor, sino ayudar a las personas a vivir mejor, con un enfoque más consciente y un seguimiento continuo. La comunidad médica, junto con los pacientes, debe trabajar de la mano para lograr un manejo del dolor que priorice la salud y el bienestar integral.