Una caída inesperada puede cambiarlo todo para una persona mayor, pues una fractura de cadera no es solo un hueso roto, sino un profundo impacto en su autonomía y salud. Esta situación se vuelve crítica, ya que la rapidez en la atención médica puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
La urgencia de la cirugía
Según un estudio realizado entre 2017 y 2024 en el Hospital Rafael Méndez de Lorca, se atendieron a 1,309 pacientes mayores de 65 años con fracturas de cadera. El trabajo de fin de grado de Alejandro Pastor Periago se centra en una pregunta crucial: ¿qué hace que algunos sobrevivan y otros no? La respuesta está íntimamente relacionada con el tiempo: operar dentro de las primeras 48 horas desde el ingreso puede reducir la mortalidad a la mitad.
Por el contrario, si la cirugía se retrasa más de dos días, el riesgo de muerte aumenta considerablemente. Sin embargo, la realidad es que a menudo este retraso se debe a la organización interna del hospital, la falta de quirófanos disponibles o simplemente a que el ingreso ocurre durante el fin de semana. Este estudio abordó todos estos factores, incluyendo la edad, el sexo y la cantidad de enfermedades previas de los pacientes.
La creación de una escala de riesgo
Un hallazgo clave fue que la cirugía temprana salva vidas, especialmente en pacientes de mayor edad y con múltiples enfermedades, quienes tienen un riesgo mucho mayor de fallecer. Si lográramos operar al 70% de estos pacientes dentro de las 48 horas, podríamos reducir la mortalidad del 7% al 4.6%. Esto representa más que cifras; son vidas que podrían ser salvadas.
Para facilitar la toma de decisiones rápidas, se desarrolló una herramienta sencilla: una escala de riesgo que asigna puntos según la edad, el número de enfermedades, el tipo de fractura y el tiempo hasta la operación. Esta escala funciona como un semáforo: verde, amarillo, naranja y rojo, lo que permite que médicos y enfermeras identifiquen en segundos qué paciente necesita atención prioritaria.
Adicionalmente, se estudiaron las enfermedades que aumentan el riesgo de mortalidad, como la sepsis, la neumonía y la insuficiencia renal, subrayando la importancia de detectarlas a tiempo para mejorar el pronóstico del paciente.
Lo notable de este estudio es que se llevó a cabo en un hospital comarcal, no en un gran centro universitario con todos los recursos. Este hecho resalta que, incluso con limitaciones, es posible tomar decisiones que salven vidas. ¿Y cómo pueden los médicos contribuir? Implementando protocolos que aseguren una cirugía rápida, usando escalas para priorizar pacientes frágiles y mejorando la coordinación entre especialidades para evitar retrasos.
La fractura de cadera no solo afecta a un hueso; rompe rutinas, planes y, en ocasiones, familias. Sin embargo, también representa una oportunidad para actuar. Si se responde a tiempo, se puede no solo reducir la mortalidad, sino también devolver autonomía, dignidad y calidad de vida a los pacientes. Una fractura puede cambiarlo todo, pero una respuesta rápida también tiene el poder de transformar destinos.