El hígado graso, una enfermedad silenciosa y en aumento, afecta ya al 25% de la población mexicana, una cifra alarmante que podría incrementarse tras los excesos típicos del verano. Esta patología, conocida como hígado graso no alcohólico (NAFLD por su nombre en inglés), se ha convertido en un problema de salud pública debido al estilo de vida moderno y a las dietas poco saludables.
Un problema creciente en la salud pública
La realidad es que el hígado graso no solo afecta a personas con sobrepeso, sino que también puede presentarse en individuos con un peso normal, debido a factores genéticos y hábitos alimenticios inadecuados. Esta enfermedad se relaciona estrechamente con el aumento de la obesidad y el síndrome metabólico, condiciones que están en auge en el país.
La doctora Rocío Aller de la Fuente, directora científica del Instituto de Endocrinología y Nutrición de Valladolid, advierte que esta condición puede progresar a enfermedades más graves como la hepatitis, fibrosis hepática, cirrosis y cáncer de hígado. “Es una de las causas más frecuentes de cáncer hepático, incluso en pacientes que no tienen cirrosis”, señala.
Factores de riesgo y prevención
Los factores que predisponen al hígado graso incluyen, además de la obesidad y la diabetes, el sedentarismo y una alimentación rica en productos procesados. Según la doctora Aller, “la dieta mediterránea y un cambio en el estilo de vida son esenciales para prevenir y tratar esta enfermedad”, dado que actualmente no existe un tratamiento farmacológico específico.
Resulta crucial adoptar hábitos saludables desde la infancia, ya que el 30% de los niños en México presentan problemas de obesidad. Educar a los más pequeños sobre la importancia de una alimentación balanceada puede ser la clave para combatir esta enfermedad que, aunque aún no muestra síntomas evidentes, puede causar daños significativos a largo plazo.
En resumen, la prevención del hígado graso debe ser una prioridad. La intervención dietética, junto con un estilo de vida activo, son las únicas herramientas efectivas para abordar esta creciente epidemia. La información y la educación son fundamentales para frenar esta enfermedad silenciosa que afecta a millones de mexicanos.